El manuscrito Graham es generalmente considerado en la masoneria como perteneciente a los "old charges", y se especula que su redacción escrita se remonta a los comienzos del siglo XVIII. De clara confesión cristiana, se trata de un elemento muy tardío en lo que fuera el devenir de la masoneria operativa hacia la masoneria especulativa, que claramente intenta oponerse a las corrientes progresistas (por utilizar un eufemismo) lideradas en lo visible por Anderson.
Lo transcribo a continuación
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Publicado en "Ars Quatuor Coronatorum", vol. 80, Londres, 1967, pp. 77-80. Traducción francesa en Textes fondateurs de la Tradition maçonnique 1390-1760. Introduction à la pensée de la franc-maçonnerie primitive, traduits et présentés par Patrick Négrier, París, Bernard Grasset, 1995.
Todas las instituciones de la franc-masonería puestas al descubierto y probadas por lo mejor de la tradición así como por referencias a la Escritura.
Observad en primer lugar que todos nuestros signos provienen de la escuadra, de acuerdo con su empleo habitual. La prueba de ello se encuentra en el versículo 7 del capítulo 6 del primer libro de los Reyes.
El saludo se hace como sigue, de cualquier sitio del que vengáis: Yo vengo de la muy respetable logia de maestros y de compañeros perteneciente a Dios y al bienaventurado san Juan, que saluda a todos los hermanos verdaderos y perfectos de nuestros santos secretos, como yo mismo lo hago, encontrando que sois tales.
- Yo os saludo, hermano, y os ruego que me digáis vuestro nombre.
Responded J. y el otro debe decir que su nombre es B.
El examen continúa como sigue:
- ¿Cómo sabré que sois franc-masón? – Por las verdaderas palabras, signos y toques de mi entrada.
- ¿Cómo habéis sido hecho masón? – En una logia verdadera y perfecta.
- ¿Qué es una logia perfecta? – El centro de un corazón sincero.
- Pero, ¿a cuántos masones llamáis así? – A cualquier número impar entre 3 y 13.
- ¿Por qué tantos, y por qué en número impar?
- El primer número hace referencia a la santa Trinidad, y el otro a la venida de Cristo, con sus 12 apóstoles.
- ¿Cuál fue el primer paso de vuestra entrada?
- Un deseo intenso de conocer los secretos de la franc-masonería.
- ¿Por qué se llama franc-masonería? – En primer lugar, porque ella es un libre don de Dios a los hijos de los hombres; en segundo lugar, porque está liberada de la intrusión de los espíritus infernales; y en tercer lugar porque es la libre unión de los hermanos de ese santo secreto que debe subsistir para siempre.
- ¿Cómo habéis sido introducido en logia? – Pobre y sin un real, ciego e ignorante de nuestros secretos.
- ¿Y ello por qué razón? – Así como nuestro salvador se hizo pobre para nuestra redención, yo me hice pobre en ese momento en vistas al conocimiento de Dios resumido en la escuadra.
- ¿Qué habéis visto en logia cuando se os permitió ver? – Yo vi la verdad, el mundo y la justicia del amor fraternal.
- ¿Dónde? – Delante de mí.
- ¿Qué había detrás de vos? – El perjurio y el odio de la fraternidad para siempre si yo descubriera nuestros secretos sin el consentimiento de una logia, a menos que los haya obtenido de una triple voz habiendo sido recibido, pasado y elevado en las reglas por tres logias distintas, y a condición de que haya jurado adecuarme a nuestros artículos...
- ¿Cómo estaba orientada la logia durante vuestra recepción? – Al este, al oeste y al sur.
- ¿Por qué no al norte? – Ya que nosotros residimos en la parte norte del mundo, y ya que no enterramos a los muertos en el lado norte de nuestras iglesias, igualmente dejamos vacío el lado norte de nuestras logias.
- ¿Y por qué al este y al oeste? – Porque las iglesias están orientadas de este a oeste, y sus patios se encuentran al sur.
- ¿Por qué las iglesias están orientadas de este a oeste? – Hay cuatro razones para ello.
- ¿Cuáles son? – La primera: nuestros primeros padres fueron situados al este en el Edén; la segunda: un viento del este secó el mar (Rojo) ante los hijos de Israel, y el templo del Señor debía ser construido de la misma manera; la tercera: el sol se eleva en el este y se oculta en el oeste por encima de aquellos que habitan cerca del ecuador; la cuarta: la estrella apareció por el oeste para advertir a todos los pastores y hombres sabios que nuestro salvador iba a venir en la carne.
- ¿Quién os guió en el interior de la logia? – El vigilante y el más mayor de los compañeros del oficio.
- ¿Por qué no el más joven de los compañeros del oficio? – Por seguir a nuestro salvador, que ordenó al jefe servir la mesa, exhortación a la humildad que siempre debemos observar.
- ¿En qué postura habéis prestado vuestro juramento? – No estaba ni tendido ni de pie, ni andaba, ni corría; no daba vueltas, no estaba ni colgado ni a punto de volar, ni desnudo ni vestido, ni calzado ni descalzo.
- ¿Por qué razón estabais en esa postura? – Porque un Dios y un hombre componen al verdadero Cristo, y así un sujeto desnudo que estuviera medio desnudo y medio vestido, medio calzado y medio descalzo, medio arrodillado y medio de pie, sería la mitad de todo y no sería nada, demostrando así un corazón humilde y obediente dispuesto a marchar lleno de fe tras ese justo Jesús.
- ¿Qué habéis jurado? –Oír y callar nuestros secretos.
- ¿Cuál era el contenido de vuestro juramento? –El segundo punto de mi (juramento) era obedecer a Dios y a todas las verdaderas escuadras hechas o dirigidas a mí por un hermano. El tercer (punto) era no robar jamás, por temor a ofender a Dios y a arrojar vergüenza sobre la escuadra. El cuarto (punto) era jamás cometer adulterio con la esposa de un hermano, ni mentirle de manera deliberada. El quinto (punto de mi juramento) era no desear vengarme de manera injusta de un hermano, sino, por el contrario, socorrerle en tanto esté en mi poder y no me acarree un grave perjuicio.
- Admito que habéis estado en una logia; así que os pregunto: ¿cuántas luces posee una logia? – Yo respondo 12.
- ¿Cuáles son? – Las tres primeras joyas son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; el sol, la luna, el maestro masón; la escuadra, la regla; la plomada, el nivel, el mallete y el cincel.
- Probadme que todas ellas son verdaderas luces. – En lo que concierne a la santa Trinidad, ella da la razón. El sol nos da la luz día y noche. La luna es un cuerpo sombrío que, surgido del agua, recibe su luz del sol y además es la reina de las aguas, que son el mejor de los niveles. El maestro masón enseña el oficio y debería tener una palabra tres veces potente cuando enseña nuestros secretos como hombre brillante, porque nosotros creemos en un poder oratorio superior, ya que los 70 tenían un gran poder, y los 11 tenían otro aún mayor, pues escogieron a Matías para reemplazar a Judas. En lo que concierne a la escuadra, la regla, la plomada, el nivel, el mallete y el cincel, son seis instrumentos sin los cuales ningún masón puede realizar un verdadera trabajo.
- ¿A qué pueden referirse estas 12 luces? – Deducimos que se refieren a los 12 patriarcas, así como a los doce bueyes con respecto a los cuales leemos en el capítulo 7 del primer libro de los Reyes que soportaban el mar fundido en bronce: eran símbolos de los 12 discípulos que debían ser enseñados por Cristo.
- Admito que vos habéis entrado, así que os pregunto si habéis sido elevado.
- Sí.
- ¿Dónde habéis sido elevado? – He sido elevado en el conocimiento de nuestros orígenes, gracias a la vez a la tradición y a la Escritura.
- ¿Qué palabra pronunciáis sobre los cimientos cuando eleváis un edificio, allí donde teméis que un espíritu infernal de destrucción, frecuentando esos lugares, pueda derribar el trabajo de vuestras manos? – Oh, ven, déjanos y tendrás.
- ¿A quién os dirigís? – Rezo a la santa Trinidad.
- ¿De qué manera pronunciáis estas palabras? – De rodillas, con la cabeza descubierta, mirando hacia el este.
- ¿Qué queréis decir con estas palabras? – Queremos decir que despreciamos la justicia propia y que en ello diferimos de esos babilonios que creían poder construir hasta el cielo. Por el contrario, rogamos a la santa Trinidad que nos permita construir en verdad y en escuadra; y cada cual tendrá la recompensa que merece.
- ¿Cuándo fueron pronunciadas estas palabras, o para qué servían? – Yo respondo que desde el origen, antes de que el evangelio se extendiera por el mundo cubierto de espíritus infernales de destrucción. A menos que los hombres construyeran con fe y en oración, sus trabajos eran a menudo demolidos.
- Pero, ¿cómo fue posible que los trabajos de los babilonios fueran erigidos antes de que el evangelio comenzara a brillar? – Yo os respondo devolviendoos vuestra propia pregunta, porque la presunción de los babilonios de los que acabo de hablar había ofendido de tal modo al espíritu de Dios que las lenguas dejaron de ser comprendidas por su pecado a fin de que la humanidad no volviera jamás a actuar así sin el permiso divino, que quiere que nada pueda hacerse sin fe ni oración.
- ¿Esto es tradicional? – Sabemos esto por tradición, y también por referencia a la Escritura, que dice que Shem, Ham y Japheth, deseosos de llegar junto a la tumba de su padre Noah, trataron de ver si podrían encontrar allí algo susceptible de conducirles al secreto del poder detentado por ese famoso predicador. En efecto, deseo que todos reconozcan que todas las cosas necesarias al mundo nuevo se encontraban en el arca con Noah.
Ahora bien, estos tres hombres ya habían acordado que, si no encontraban lo que buscaban, lo primero que encontraran debería servirles de secreto. No dudaban, sino que creían muy firmemente que Dios tenía el poder, y también que manifestaría su voluntad por medio de su fe, su oración y su obediencia, de manera que lo que encontraran se mostraría ante ellos tan potente como si hubieran recibido el secreto de Dios mismo en su origen. Llegaron entonces a la tumba, donde no encontraron nada más que el cadáver casi enteramente descompuesto. Cuando cogieron un dedo, éste se desprendió falange por falange, y lo mismo ocurrió con el puño y con el codo. Entonces levantaron el cadáver y lo sostuvieron, poniendo un pie contra su pie, una rodilla contra su rodilla, el pecho contra su pecho, una mejilla contra su mejilla, y una mano en su espalda, y se pusieron a gritar: Ayuda, oh Padre, como si dijeran: Oh, Padre del cielo, ayúdanos ahora, porque nuestro padre terrestre ya no puede hacerlo. Entonces, dejando de nuevo el cadáver, y no sabiendo qué hacer, uno de ellos dijo: Hay tuétano en este hueso, y el segundo dijo: Pero es un hueso seco, y el tercero dijo: apesta. Se pusieron de acuerdo entonces para darle un nombre que fuera conocido por la masonería hasta este día. Después, se fueron a sus asuntos y a partir de ese momento sus obras fueron buenas.
Es por ello que debe creerse, pero también comprenderse, que su poder no venía de lo que encontraron o del nombre que le dieron, sino de su fe y de su oración. Las cosas continuaron así, y la voluntad dio firmeza a la acción.
Cuando reinaba el rey Alboyne nació Bazalliell, que fue llamado así por Dios antes de su concepción. Este hombre santo sabía por inspiración que los títulos secretos y los símbolos primitivos del principio divino tenían el poder de proteger, y construyó de tal manera que ningún espíritu infernal de destrucción osó quebrantar la obra de sus manos. Así que sus obras se hicieron tan famosas que los dos hermanos más jóvenes del rey del que se acaba de hablar desearon ser instruidos por él en la noble ciencia que él dominaba. A ello consintió a condición de que no la revelaran (oralmente) sin unir (para ello) sus propias voces a la de un tercero. Prestaron juramento y él les enseñó la parte teórica y la parte práctica de la masonería. Después hicieron su obra. En esta época, los salarios de los masones aumentaron en este reino; se veía entonces a los masones en compañía de reyes y príncipes. Pero cuando la hora de su muerte estaba cerca, Bazalliell deseó que se le enterrara en el valle de Josaphat, y que sobre (su tumba) se grabara una inscripción conforme a su mérito, lo cual realizaron ambos príncipes. Esta (inscripción) estaba (formulada) como sigue:
- Aquí yace la flor de la masonería, que, superior a muchos otros, fue el compañero de un rey y el hermano de dos príncipes. Aquí yace el corazón que podía albergar todos los secretos. Aquí yace la lengua que jamás reveló ninguno.
Tras su muerte, los habitantes del lugar pensaron que, con él, los secretos de la masonería se habían perdido totalmente, pues ya no oían hablar de ellos, y nadie conocía los secretos excepto esos dos príncipes, y durante su recepción habían jurado no revelarlos si no unían sus voces a la de un tercero. Es por ello que debe creerse y también comprenderse que un secreto tan santo no podía jamás perderse mientras quedara vivo sobre la tierra un buen servidor de Dios. Pues todo buen servidor de Dios siempre tiene y tendrá una gran parte en este santo secreto, aunque los demás ignoren dicho secreto, así como los medios que deben usarse. En efecto, ocurrió en el mundo de esta época lo que ocurrió en la Iglesia samaritana a propósito de Cristo.
Buscaban lo que no conocían. Pero su profunda ignorancia no podía discernir esto, y así todo siguió en las tinieblas y la oscuridad durante los 840 años que duró el éxodo de los hijos de Israel fuera del país de Egipto. En el cuarto año de su reinado sobre Israel, Salomón comenzó a construir la casa del Señor, casa que deseaba construir su padre David, pero que no obtuvo permiso para realizar, pues sus manos eran culpables de las guerras sangrientas (que hacían estragos) en todas partes.
He aquí todo lo que se refiere a los días en que Salomón, su hijo, comenzó a construir la casa del Señor. Es mi deseo que todo el mundo convenga en que todo lo que era necesario aportar para esta santa construcción no provenía (únicamente) de este sabio rey. Todos debemos reconocer esto, so pena de acusar a Dios de una injusticia que ningún frágil mortal osaría reprocharle, y de la que su divina bondad no ha podido hacerse culpable. Leemos ahora en el versículo 13 del capítulo 7 del primer libro de los Reyes que Salomón envió a buscar a Hiram de Tiro. Éste era el hijo de una viuda de la tribu de Neftalí, y su padre era un hombre de Tiro.
(Era) un artesano experto en bronce, lleno de sabiduría, hábil en la realización de todas las obras en bronce. Llegó ante el rey Salomón y construyó para él toda su obra. La explicación de estos versículos es la siguiente: la palabra hábil expresa la ingeniosidad; en cuanto a la sabiduría y la comprensión, cuando se encuentran reunidas en la misma persona, ésta ya nada tiene que desear. Así, con respecto a este pasaje de la Escritura, debemos convenir en que el hijo de la viuda cuyo nombre era Hiram estaba dotado de una inspiración sagrada comparable a la del sabio rey Salomón, o aún a la de san Bazalliell.
Se saca generalmente de la tradición que hubo durante la erección (de esta Casa) una tumultuosa riña entre los obreros manuales y los masones a causa de los salarios. Para calmar a todo el mundo y facilitar las cosas, el rey en su sabiduría dijo: Estad todos contentos, pues todos seréis pagados de la misma manera. Dio entonces a los masones un signo que desconocían los obreros manuales, a fin de que aquel que fuera capaz de hacerlo en el sitio de la paga pudiera ser pagado como masón. Los obreros manuales, no conociendo (este signo), fueron pagados como antes. Esto bien pudo pasar así, y si en efecto fue el caso, debemos juzgar como muy llenas de gracia las palabras del sabio rey Salomón, pues debe comprenderse y también creerse (por ellas) que el sabio rey deseaba dar a cada uno lo que merecía.
Comprendo ahora mejor el versículo 7 del capítulo 6 del primer libro de los Reyes, en el que se dice que la Casa fue, durante su erección, construida en piedras ya preparadas antes de ser llevadas al lugar, de tal manera que no se oía ni martillo, ni hacha, ni instrumento alguno de hierro en la casa durante su construcción. Puede deducirse de ello que todo estaba preparado de antemano, pero que no podía ser sacado (de la cantera) sin verificación previa. Y cuando para buscar (un medio de verificación, se removió) cielo y tierra, no pudo entonces encontrarse nada más conveniente que la escuadra, que se convirtió en su signo y que significa lo que debían hacerse el uno al otro. El trabajo continuó y prosperó. Lo que no podía ser bueno era malo. Trabajaron para un buen maestro, y tenían como vigilante al hombre más sabio de la tierra. Por ello, en parte por su mérito, pero aún más en razón de la libre gracia, la masonería obtuvo un nombre y un mandamiento nuevo. Su nombre significa Fuerza, a lo cual responden: Belleza; y su mandamiento es el Amor. Leed en prueba (de ello) los capítulos 7 y 6 del primer libro de los Reyes, en los que encontraréis (descritas) las maravillosas obras de Hiram durante la construcción de la casa del Señor.
Cuando todo acabó, los secretos de la masonería fueron ordenados con justicia como lo están ahora y como lo estarán hasta el fin del mundo, en la medida en que se los comprenda con exactitud. Forman 3 partes cuando se refieren a la santa Trinidad que hizo todas las cosas; forman además 13 ramas en referencia a Cristo y a sus 12 apóstoles; son como sigue: una palabra para el teólogo, seis para el clero y seis para el compañero de oficio, y para estar plena y totalmente de acuerdo, seguir con los cinco puntos de los compañeros franc-masones, que son pie contra pie, rodilla contra rodilla, pecho contra pecho, mejilla contra mejilla y mano en la espalda, cinco puntos que aluden a los cinco principales signos que son la cabeza, el pie, el torso, la mano y el corazón, así como a los cinco puntos de la arquitectura y a los cinco órdenes de la masonería. Obtienen además su fuerza de cinco (figuras) primitivas: una divina y cuatro temporales, que son como sigue: primero el Cristo, el jefe y la piedra angular; en segundo lugar, Pedro, llamado Kephás; en tercer lugar Moisés, que grabó los mandamientos; en cuarto lugar, Bazalliell, el mejor de los masones; en quinto lugar, Hiram, que estaba lleno de sabiduría y de inteligencia .../...
Graham, por suerte maestro de las logias, además de Enquam Ebo, a 24 de octubre de 1726, a todos y a cada uno de aquellos de nuestra fraternidad que quieran instruirse con esto.
Tuesday, July 01, 2008
Wednesday, June 18, 2008
El Foro de la Tradición
Un nuevo sitio vinculado a los estudios sobre la tradicion primordial ha visto la luz recientemente. Se trata de una iniciativa de nuestros colegas en www.forumtraditionis.com quienes buscan hacer accesible este tipo de discusiones desde la modalidad de un foro abierto y libre. Es un intento por llevar el dialogo de reflexiones vinculadas al simbolismo a un plano de intercambio directo entre los miembros de la comunidad interesada.
Para mayor información, se aconseja visitar directamente el sitio:
http://www.forumtraditionis.com
Para mayor información, se aconseja visitar directamente el sitio:
http://www.forumtraditionis.com
Friday, December 21, 2007
Non Omnis Moriar - Horacio
Horacio (Odas,3,30,6)
Non omnis moriar multaque pars mei
vitabit Libitinam; usque ego postera
crescam laude recens, dum Capitolium
scandet cum tacita virgine pontifex.
Dicar, qua violens obstrepit Aufidus
et qua pauper aquae Daunus agrestium
regnavit populorum, ex humili potens
princeps Aeolium carmen ad Italos
deduxisse modos. Sume superbiam
quaesitam meritis et mihi Delphica
lauro cinge volens, Melpomene, comam.
No moriré del todo, y una gran parte de mí evitará la Libitina, (es decir, la muerte, la destrucción) yo seguiré creciendo, siempre joven con la alabanza posterior, mientras el pontífice sube al Capitolio con la virgen silenciosa, la gran Vestal. Se dirá que yo, por donde el estruendoso Auficio mete ruido, o por donde el Daunus, casi seco ha reinado sobre los pueblos rústicos, yo, desde un origen humilde he llegado a ser el primero que ha convertido los poemas Eolios en versos Italianos. ¡Oh, Melpomene! Llénate de orgullo, un orgullo apropiado a mis méritos, y ciñe mi cabellera de buen grado con la corona de laurel, atributo de Apolo.
Non omnis moriar multaque pars mei
vitabit Libitinam; usque ego postera
crescam laude recens, dum Capitolium
scandet cum tacita virgine pontifex.
Dicar, qua violens obstrepit Aufidus
et qua pauper aquae Daunus agrestium
regnavit populorum, ex humili potens
princeps Aeolium carmen ad Italos
deduxisse modos. Sume superbiam
quaesitam meritis et mihi Delphica
lauro cinge volens, Melpomene, comam.
No moriré del todo, y una gran parte de mí evitará la Libitina, (es decir, la muerte, la destrucción) yo seguiré creciendo, siempre joven con la alabanza posterior, mientras el pontífice sube al Capitolio con la virgen silenciosa, la gran Vestal. Se dirá que yo, por donde el estruendoso Auficio mete ruido, o por donde el Daunus, casi seco ha reinado sobre los pueblos rústicos, yo, desde un origen humilde he llegado a ser el primero que ha convertido los poemas Eolios en versos Italianos. ¡Oh, Melpomene! Llénate de orgullo, un orgullo apropiado a mis méritos, y ciñe mi cabellera de buen grado con la corona de laurel, atributo de Apolo.
Tabula Smaragdina
Verdadero, sin falsedad, cierto y muy verdadero:
lo que está abajo es como lo que está arriba,
y lo que está arriba es como lo que está abajo,
para realizar el milagro de la Cosa Unica.
Y así como todas las cosas provinieron del Uno, por mediación del Uno,
así todas las cosas nacieron de esta Unica Cosa, por adaptación.
Su padre es el Sol, su madre la Luna,
el Viento lo llevó en su vientre,
la Tierra fué su nodriza.
El Padre de toda la Perfección de todo el Mundo está aquí.
Su fuerza permanecerá íntegra aunque fuera vertida en la tierra.
Separarás la Tierra del Fuego,
lo sutil de lo grosero,
suavemente,
con mucho ingenio.
Asciende de la Tierra al Cielo,
y de nuevo desciende a la Tierra,
y recibe la fuerza de las cosas superiores y de las inferiores.
Así lograrás la gloria del Mundo entero.
Entonces toda oscuridad huirá de ti.
Aquí está la fuerza fuerte de toda fortaleza,
porque vencerá a todo lo sutil
y en todo lo sólido penetrará.
Así fue creado el Mundo.
Habrán aquí admirables adaptaciones,
cuyo modo es el que se ha dicho.
Por ésto fui llamado Hermes Tres veces Grandísimo,
poseedor de las tres partes de la filosofía de todo el Mundo.
Se completa así lo que tenía que decir de la obra del Sol.
extraido del sitio: http://ar.geocities.com/elantiguoarte/hermetismo/esmeralda.html
lo que está abajo es como lo que está arriba,
y lo que está arriba es como lo que está abajo,
para realizar el milagro de la Cosa Unica.
Y así como todas las cosas provinieron del Uno, por mediación del Uno,
así todas las cosas nacieron de esta Unica Cosa, por adaptación.
Su padre es el Sol, su madre la Luna,
el Viento lo llevó en su vientre,
la Tierra fué su nodriza.
El Padre de toda la Perfección de todo el Mundo está aquí.
Su fuerza permanecerá íntegra aunque fuera vertida en la tierra.
Separarás la Tierra del Fuego,
lo sutil de lo grosero,
suavemente,
con mucho ingenio.
Asciende de la Tierra al Cielo,
y de nuevo desciende a la Tierra,
y recibe la fuerza de las cosas superiores y de las inferiores.
Así lograrás la gloria del Mundo entero.
Entonces toda oscuridad huirá de ti.
Aquí está la fuerza fuerte de toda fortaleza,
porque vencerá a todo lo sutil
y en todo lo sólido penetrará.
Así fue creado el Mundo.
Habrán aquí admirables adaptaciones,
cuyo modo es el que se ha dicho.
Por ésto fui llamado Hermes Tres veces Grandísimo,
poseedor de las tres partes de la filosofía de todo el Mundo.
Se completa así lo que tenía que decir de la obra del Sol.
extraido del sitio: http://ar.geocities.com/elantiguoarte/hermetismo/esmeralda.html
Friday, September 08, 2006
LOS ALTOS GRADOS MASONICOS - RENE GUENON
Hemos visto, en un anterior artículo, que, debido a que la iniciación masónica conlleva tres fases sucesivas, sólo puede haber tres grados, los cuales representan precisamente estas tres fases; de lo que parecería resultar que todos los sistemas de altos grados son completamente inútiles, al menos teóricamente, ya que los rituales de los tres grados simbólicos describen, en su conjunto, el ciclo completo de la iniciación. De hecho, sin embargo, siendo que la iniciación masónica es simbólica, los masones que ella forma no son más que el símbolo de los verdaderos masones, puesto que allí se indica simplemente el programa de las operaciones que aquéllos deberán realizar para alcanzar la iniciación efectiva. Precisamente esta es la finalidad que perseguían, al menos en sus comienzos, los varios sistemas de altos grados, que parecen haber sido instituidos para llevar a la práctica aquella Gran Obra que la Masonería simbólica enseñaba en teoría.
Con todo, hay que reconocer que bien pocos de estos sistemas alcanzaron realmente la finalidad que se proponían; en la mayor parte, encontramos incoherencias, lagunas, redundancias y en algunos casos los rituales son de un pobrísimo valor iniciático, en especial si se los compara con aquellos pertenecientes a los grados simbólicos. Estas imperfecciones resultan, por otra parte, tanto más evidentes cuanto mayor sea la cantidad de grados que incluya el sistema; y, si esto ya es evidente en el "Escocismo" de 25 y 33 grados, ¿qué pensar, entonces, de aquellos Ritos de 90, 97 o incluso 120 grados? Semejante multiplicidad de grados aparece tanto más inútil cuanto que se hace necesario conferirlos por series. En el siglo XVIII, cada quien quiso forjar su propio sistema, desde luego incorporándolo siempre a la Masonería simbólica, y de la cual no hacía más que desarrollar sus principios fundamentales, interpretados demasiado a menudo según las concepciones personales del autor, como puede verse en casi todos los Ritos herméticos, cabalísticos y filosóficos y en las Ordenes de Caballería y de Iluminismo. De allí proviene, en efecto, esta prodigiosa variedad de Ritos, muchos de los cuales tan solo existieron en los papeles, y cuya enmarañada historia resulta prácticamente imposible de esclarecer; quienes intentaron poner un poco de orden en semejante caos debieron renunciar a su cometido, salvo cuando, por uno u otro motivo, no hayan preferido dar de los orígenes de los altos grados determinadas explicaciones más o menos fantasiosas, a veces inclusive completamente fabulosas.
A este propósito, no pasaremos reseña de todas las afirmaciones pretendidamente históricas que hemos encontrado en los escritos de diversos autores; de todos modos, lo que no admite dudas es que, contrariamente a lo que se ha sostenido con frecuencia, el caballero Ramsay no fue el inventor de los altos grados, y que, si en todo ello le cabe una responsabilidad no es más que de manera indirecta, puesto que quienes concibieron el sistema del "Escocismo" se inspiraron en un discurso por él pronunciado en 1737, donde relacionaba a la Masonería con los Misterios de la antigüedad y, en un tiempo más próximo, con las Ordenes religiosas y militares de la edad media. En todo caso, Ramsay puede considerarse tan poco responsable de los rituales de los grados "escoceses" como puede serlo Elías Ashmole de aquellos de los grados simbólicos, a pesar de lo que pretendería una opinión bastante generalmente admitida y reproducida por Ragón y otros historiadores. "Elías Ashmole, docto anticuario, adepto del hermetismo y de los conocimientos secretos por aquel entonces de moda, fue recibido masón el 16 de octubre de 1646, en Warrington, pequeña localidad del condado de Lancaster. No reapareció en Logia sino al cabo de 35 años, el 11 de marzo de 1682, por segunda y última vez en su vida, como testimonia su diario personal, que nunca dejó de mantener actualizado, día tras día, con escrupulosa minuciosidad" (1). Por lo demás, no pensamos que los rituales iniciáticos puedan ser considerados como la obra de una o más individualidades determinadas, sino que se han ido constituyendo progresivamente, a través de un proceso que resulta imposible precisar, que escapa a toda definición. Por el contrario, aquellos rituales pertenecientes a los altos grados que aparecen como más o menos insignificantes, presentan todas las características propias de una composición ficticia, artificial, creada por la mentalidad de un individuo. En suma, sin demorarnos en consideraciones carentes de interés, es suficiente considerar a todos los sistemas, en su conjunto, como las diversas manifestaciones de la tendencia realizadora de hombres que no se contentaban con la pura teoría, pero que, queriendo pasar a la práctica, demasiado a menudo olvidaban que la iniciación real necesariamente debe ser en gran parte personal.
Hemos querido decir aquí simplemente lo que pensamos acerca de la institución de los altos grados y de su razón de ser; consideramos que revisten una utilidad práctica indiscutible, pero a condición –lamentablemente muy pocas veces respetada y sobre todo hoy día– de que sirvan realmente a la finalidad en vista de la cual fueron creados. Para ello, sería necesario que los Talleres de estos altos grados fueran reservados a los estudios filosóficos y metafísicos, demasiado descuidados en las Logias simbólicas; no debería olvidarse jamás el carácter iniciático de la Masonería, que no es ni puede ser –dígase lo que se diga– ni un club político ni una asociación de socorros mutuos. Sin lugar a dudas, no se puede comunicar lo que por esencia es inexpresable y ésta es la razón por la cual los verdaderos arcanos se defienden por sí solos de toda indiscreción; pero, por lo menos, es posible dar las claves que permitirán a cada uno alcanzar la iniciación efectiva por medio de sus propios esfuerzos y su meditación personal y asimismo se puede, según la tradición y la práctica constantes de los Templos y Colegios iniciáticos de todos los tiempos y de todos los países, colocar a quien aspira a la iniciación en las condiciones más favorables de realización y proporcionarle esa ayuda sin la cual le sería prácticamente imposible consumar dicha realización. No nos demoraremos más sobre este asunto, pensando haber dicho lo suficiente como para permitir entrever lo que podrían ser los altos grados masónicos, si, en lugar de quererlos suprimir lisa y llanamente, se los convirtiera en centros iniciáticos verdaderos, encargados de transmitir la ciencia esotérica y conservar integralmente el depósito sagrado de la Tradición ortodoxa, una y universal. Traducción: Franco Peregrino.
NOTAS
* Artículo publicado en "La Gnose", nº de mayo de 1910, con la firma de "Palingenius".
1 Oswald Wirth, Le Livre de l'Apprenti, pág. 30, 2º edición.
Con todo, hay que reconocer que bien pocos de estos sistemas alcanzaron realmente la finalidad que se proponían; en la mayor parte, encontramos incoherencias, lagunas, redundancias y en algunos casos los rituales son de un pobrísimo valor iniciático, en especial si se los compara con aquellos pertenecientes a los grados simbólicos. Estas imperfecciones resultan, por otra parte, tanto más evidentes cuanto mayor sea la cantidad de grados que incluya el sistema; y, si esto ya es evidente en el "Escocismo" de 25 y 33 grados, ¿qué pensar, entonces, de aquellos Ritos de 90, 97 o incluso 120 grados? Semejante multiplicidad de grados aparece tanto más inútil cuanto que se hace necesario conferirlos por series. En el siglo XVIII, cada quien quiso forjar su propio sistema, desde luego incorporándolo siempre a la Masonería simbólica, y de la cual no hacía más que desarrollar sus principios fundamentales, interpretados demasiado a menudo según las concepciones personales del autor, como puede verse en casi todos los Ritos herméticos, cabalísticos y filosóficos y en las Ordenes de Caballería y de Iluminismo. De allí proviene, en efecto, esta prodigiosa variedad de Ritos, muchos de los cuales tan solo existieron en los papeles, y cuya enmarañada historia resulta prácticamente imposible de esclarecer; quienes intentaron poner un poco de orden en semejante caos debieron renunciar a su cometido, salvo cuando, por uno u otro motivo, no hayan preferido dar de los orígenes de los altos grados determinadas explicaciones más o menos fantasiosas, a veces inclusive completamente fabulosas.
A este propósito, no pasaremos reseña de todas las afirmaciones pretendidamente históricas que hemos encontrado en los escritos de diversos autores; de todos modos, lo que no admite dudas es que, contrariamente a lo que se ha sostenido con frecuencia, el caballero Ramsay no fue el inventor de los altos grados, y que, si en todo ello le cabe una responsabilidad no es más que de manera indirecta, puesto que quienes concibieron el sistema del "Escocismo" se inspiraron en un discurso por él pronunciado en 1737, donde relacionaba a la Masonería con los Misterios de la antigüedad y, en un tiempo más próximo, con las Ordenes religiosas y militares de la edad media. En todo caso, Ramsay puede considerarse tan poco responsable de los rituales de los grados "escoceses" como puede serlo Elías Ashmole de aquellos de los grados simbólicos, a pesar de lo que pretendería una opinión bastante generalmente admitida y reproducida por Ragón y otros historiadores. "Elías Ashmole, docto anticuario, adepto del hermetismo y de los conocimientos secretos por aquel entonces de moda, fue recibido masón el 16 de octubre de 1646, en Warrington, pequeña localidad del condado de Lancaster. No reapareció en Logia sino al cabo de 35 años, el 11 de marzo de 1682, por segunda y última vez en su vida, como testimonia su diario personal, que nunca dejó de mantener actualizado, día tras día, con escrupulosa minuciosidad" (1). Por lo demás, no pensamos que los rituales iniciáticos puedan ser considerados como la obra de una o más individualidades determinadas, sino que se han ido constituyendo progresivamente, a través de un proceso que resulta imposible precisar, que escapa a toda definición. Por el contrario, aquellos rituales pertenecientes a los altos grados que aparecen como más o menos insignificantes, presentan todas las características propias de una composición ficticia, artificial, creada por la mentalidad de un individuo. En suma, sin demorarnos en consideraciones carentes de interés, es suficiente considerar a todos los sistemas, en su conjunto, como las diversas manifestaciones de la tendencia realizadora de hombres que no se contentaban con la pura teoría, pero que, queriendo pasar a la práctica, demasiado a menudo olvidaban que la iniciación real necesariamente debe ser en gran parte personal.
Hemos querido decir aquí simplemente lo que pensamos acerca de la institución de los altos grados y de su razón de ser; consideramos que revisten una utilidad práctica indiscutible, pero a condición –lamentablemente muy pocas veces respetada y sobre todo hoy día– de que sirvan realmente a la finalidad en vista de la cual fueron creados. Para ello, sería necesario que los Talleres de estos altos grados fueran reservados a los estudios filosóficos y metafísicos, demasiado descuidados en las Logias simbólicas; no debería olvidarse jamás el carácter iniciático de la Masonería, que no es ni puede ser –dígase lo que se diga– ni un club político ni una asociación de socorros mutuos. Sin lugar a dudas, no se puede comunicar lo que por esencia es inexpresable y ésta es la razón por la cual los verdaderos arcanos se defienden por sí solos de toda indiscreción; pero, por lo menos, es posible dar las claves que permitirán a cada uno alcanzar la iniciación efectiva por medio de sus propios esfuerzos y su meditación personal y asimismo se puede, según la tradición y la práctica constantes de los Templos y Colegios iniciáticos de todos los tiempos y de todos los países, colocar a quien aspira a la iniciación en las condiciones más favorables de realización y proporcionarle esa ayuda sin la cual le sería prácticamente imposible consumar dicha realización. No nos demoraremos más sobre este asunto, pensando haber dicho lo suficiente como para permitir entrever lo que podrían ser los altos grados masónicos, si, en lugar de quererlos suprimir lisa y llanamente, se los convirtiera en centros iniciáticos verdaderos, encargados de transmitir la ciencia esotérica y conservar integralmente el depósito sagrado de la Tradición ortodoxa, una y universal. Traducción: Franco Peregrino.
NOTAS
* Artículo publicado en "La Gnose", nº de mayo de 1910, con la firma de "Palingenius".
1 Oswald Wirth, Le Livre de l'Apprenti, pág. 30, 2º edición.
EL SIMBOLO Y EL RITO MASONICO DE LA CADENA DE UNION - FRANCISCO ARIZA
La cadena de unión es sin duda alguna uno de los símbolos más significativos de entre todos los que decoran la Logia masónica. Se trata de un cordel que rodea todo el templo por su parte superior. Esta situación en lo "alto" le da una connotación celeste, confirmada por los doce nudos que aparecen de trecho en trecho a lo largo de todo el cordel, los cuales simbolizan los doce signos del zodíaco. Esos nudos se corresponden, además, con las doce columnas que excepto por el lado de Oriente también rodean el recinto de la Logia. Cinco de esas columnas están situadas en el lado de Septentrión, otras tantas a Mediodía, y las dos restantes -las columnas J y B- a Occidente.
Cuadro simbólico de la Logia. Grado aprendiz
Para comprender esta simbólica habría que tener en cuenta que la Logia es, ante todo, una imagen del mundo, y como tal debe existir en ella una representación de lo que constituye el "marco" mismo del cosmos, que es propiamente el zodíaco. Muchos recintos o santuarios sagrados -al igual que las ciudades edificadas según las reglas de la arquitectura tradicional-, siendo la proyección en la tierra del orden celeste, están de una u otra manera "enmarcados" por las constelaciones zodiacales. Es el caso, por ejemplo, del Ming-Tang chino, del Templo de Jerusalén (y su arquetipo la Jerusalén Celeste), de muchas fortalezas templarias, y en construcciones tan antiguas como puedan ser el crómlech megalítico de Stonehenge. Asimismo, los masones operativos, y en general los artesanos constructores de cualquier sociedad tradicional, se servían de un cordel para determinar la posición correcta de los templos o catedrales, que siempre y de forma invariable, estaban orientados según las direcciones del espacio señaladas por los cuatro puntos cardinales, exactamente igual que la Logia. Ahora bien, como menciona René Guénon "... entre las funciones de un 'marco' quizá la principal es mantener en su sitio los diversos elementos que contiene o encierra en su interior de modo de formar con ellos un todo ordenado, lo cual, como se sabe, es la significación misma de la palabra 'cosmos'. Ese 'marco' debe pues, en cierta manera, 'ligar' o 'unir' esos elementos entre sí, lo que está formalmente expresado por el nombre de 'cadena de unión', e inclusive de esto resulta, en lo que a ella concierne, su significación más profunda, pues como todos los símbolos que se presentan en forma de cadena, cordel o hilo (todos ellos símbolos del eje) se refieren en definitiva al sûtrâtmâ"(1). Por consiguiente, la cadena de unión masónica vendría a significar, considerada desde el punto de vista metafísico, exactamente lo mismo que la "cadena de los mundos": un símbolo que resume el conjunto de todos los estados, seres y mundos que conforman la manifestación universal, los cuales subsisten y están ligados entre sí por el "hilo de Atmâ" (sûtrâtmâ), es decir por su hálito o espíritu vivificador.
Por otro lado, la cadena de unión es también la cuerda anudada (o houppe dentelée) que aparece figurada en los "cuadros de Logia" masónicos, y concretamente en los pertenecientes a los grados de aprendiz y de compañero. La significación simbólica de dicha cuerda es idéntica a la de la cadena de unión, pero, al mismo tiempo, y vinculado específicamente con el simbolismo del cuadro de Logia, habría que considerar también otro aspecto importante de ella: el que tiene como función "proteger", además de "unir" y de "ligar", los símbolos y emblemas que aparecen dibujados en el cuadro, el que es considerado como un espacio sacralizado, y por tanto inviolable. En este sentido, la idea de "protección" está incluida en el simbolismo de los nudos y las ligaduras, que por sus formas respectivas recuerdan el trazado de los dédalos y laberintos iniciáticos. En la simbólica universal, el laberinto, además de estar relacionado con los "viajes" y las pruebas iniciáticas, también tiene como función la defensa y protección de los lugares sagrados o centros espirituales, impidiendo el acceso a los mismos a los profanos que no están cualificados para recibir la iniciación. Pero la defensa se extiende igualmente (y podríamos decir que principalmente) a impedir el acceso a las influencias sutiles del psiquismo inferior, el que por su carácter especialmente disolvente representan un claro peligro que ha de ser controlado y evitado a toda costa, pues por medio de esas influencias se introducen determinadas energías maléficas y caóticas destinadas a destruir, o en el mejor de los casos a debilitar, a los propios centros espirituales y a las organizaciones tradicionales ligadas a ellos, y consecuentemente a impedir en lo posible la comunicación con las influencias verdaderamente superiores, de las que esos centros y organizaciones han sido -y son- precisamente el soporte. Y al hilo de esta última reflexión, quizá no estaría de más señalar los peligros de disolución (o de petrificación, pues para el caso es lo mismo) que en la actualidad acechan a la Masonería, ya que es a todas luces evidente que esta organización tradicional se ha visto sometida a una paulatina extirpación de la dimensión iniciática y esotérica de sus símbolos y sus ritos. Y lo que es tal vez más lamentable es que esa acción ha sido llevada a cabo muchas veces por masones que no han comprendido que es precisamente gracias a esos símbolos y ritos (revelados en el origen y transmitidos a lo largo del tiempo) que la Orden masónica adquiere su pleno sentido, pues ellos constituyen sus señas de identidad, lo que dicha Orden es en sí misma, y no podría dejar de ser, a menos de quedar totalmente desvirtuada y vacía de contenido esencial. Para que esa situación no llegue a ser irreversible, pensamos que se hace necesario que los masones de espíritu tradicional (esto es, aquellos que consideran que la Masonería pertenece y es una ramificación de la Tradición Primordial y por tanto una vía de realización al Conocimiento) restituyan de nuevo el sentido cosmogónico y metafísico de su legado simbólico-ritual, empezando por considerar que la cadena de unión es, efectivamente, el "marco" celeste que delimita, separa y protege el "mundo de la luz" del "mundo de las tinieblas", lo sagrado de lo profano.
Síntesis simbólica del grado de compañeroAdemás de la cuerda anudada que rodea la Logia y el cuadro, existe un rito en la Masonería que también recibe el nombre de cadena de unión. Se trata de aquel que está constituido por el entrelazamiento que forman las manos, con los brazos entrecruzados, de todos los integrantes del taller, lo cual, precisamente, tiene lugar alrededor del cuadro de la Logia y de los tres pilares de la Sabiduría, la Fuerza y la Belleza momentos antes de clausurar los trabajos. En primer lugar, habría que decir que la cadena de unión es uno de los ritos masónicos que más directamente aluden a la fraternidad masónica, la que, en efecto, está sustentada en los lazos de armonía y concordia que entre sí ligan a todos los masones. De ahí el por qué a los nudos de la cuerda también se les denomine "lazos de amor", pues el amor, entendido por lo más alto, es la fuerza que concilia los contrarios y resuelve todas las oposiciones en la unidad del Principio. Dicha fraternidad representa, por tanto, el fundamento mismo sobre el que se apoya la propia organización iniciática y tradicional. En este sentido, el entrelazamiento de manos y brazos configura una trama cruciforme que evoca la imagen de una estructura fuertemente cohesionada y organizada.
Pero este rito se realiza, fundamentalmente, para dirigir una plegaria o invocación al Gran Arquitecto, siendo en esa invocación donde reside su sentido profundo y su razón de ser. Por ello, prescindir de la plegaria como sucede en muchas logias actuales, por el mero hecho de ignorarla o por considerarla un trasnochado anacronismo, provoca inevitablemente el empobrecimiento del propio rito, quedando éste, en consecuencia, reducido prácticamente a casi nada. Sin embargo, en la antigua Masonería operativa, la plegaria y las invocaciones de los nombres divinos formaba parte constitutiva del rito y de los trabajos simbólicos; y precisamente ella se realizaba en la cadena de unión y alrededor del cuadro de la Logia, con lo cual se confirma el papel verdaderamente "central" que este último ha desempeñado siempre en la Masonería.
Por lo general, la cadena de unión comienza y termina en el Venerable Maestro, y es él, como la máxima autoridad de la Logia, el que dirige la invocación al Gran Arquitecto. Veamos a continuación un ejemplo de ésta según es de uso todavía entre algunos Ritos masónicos que han seguido conservando parte del legado operativo: "¡Arquitecto Supremo del Universo! ¡Fuente única de todo bien y de toda perfección! 'Oh Tú! Que siempre has obrado para la felicidad del hombre y de todas Tus criaturas; te damos gracias por Tus paternales beneplácitos, y te conjuramos para que los concedas a cada uno de nosotros, según Tus consideraciones y según nuestras necesidades. Esparce sobre nosotros y sobre todos nuestros Hermanos Tu celeste Luz. Fortifica en nuestros corazones el amor hacia nuestras obligaciones, a fin de observarlas fielmente. Que puedan nuestras reuniones estar siempre fortalecidas en su unión por el deseo de Tu placer y para hacernos útiles a nuestros semejantes. Que ellas sean por siempre la morada de la paz y de la virtud, y que la cadena de una amistad perfecta y fraterna sea en lo sucesivo tan sólida entre nosotros que nada pueda alterarla. Así sea".
Por consiguiente, y según se desprende de esta oración masónica, la unión encadenada y fraterna se convierte en el soporte horizontal y psicosomático (terrestre), sobre el que "descenderán" -estimulados por la plegaria- los beneplácitos (bendiciones) de la influencia espiritual o supra-individual -"Tu celeste Luz"-, posibilitando así una vía de comunicación axial entre el cielo y la tierra, o como se dice en lenguaje masónico, entre la Logia de lo Alto y la Logia de Abajo. Es decir, que a través de la invocación lo que se pretende esencialmente es la comunicación con las energías celestes (las Ideas o atributos creadores del Arquitecto universal) cuya acción espiritual ha conformado -y conforma permanentemente- la realidad simbólica, ritual y mítica (es decir, cosmogónica y metafísica) de la organización iniciática. Al mismo tiempo, en el rito de la cadena de unión se concentra la entidad colectiva constituida por todos los antepasados que realmente participaron en la Tradición y su conocimiento, y de los que se dice moran en el "Oriente Eterno" (la Logia celeste). Dicha entidad se hace una en comunión con sus herederos actuales, esto es, con los masones que, habiendo recibido y comprendido (en la medida que sea) el mensaje de su legado tradicional, contribuyen hoy en día a mantenerlo vivo y actuante. En este sentido, la cadena de unión también está simbolizando la cadena iniciática de la tradición masónica (y por analogía la de todas las tradiciones), cuyo origen es inmemorial, como lo es asimismo el mensaje que ella ha ido transmitiendo a lo largo del tiempo y de la historia.
Las individualidades, o mejor, la idea de lo individual y lo particular que cada componente de la cadena pudiera tener de sí mismo, desaparece como tal para formar un solo cuerpo que vibra y respira a una misma cadencia rítmica. La cadena de unión deviene así un círculo mágico y sagrado donde se concentra y fluye una fuerza cósmica y teúrgica que asimilada por todos y cada uno de los integrantes de la misma les permite participar del verdadero espíritu masónico y de su energía salutífera y regeneradora.
No es entonces de extrañar que durante el transcurso del rito de la iniciación, el neófito reciba simbólicamente la "luz" integrado en la cadena de unión, lo cual es perfectamente coherente en una tradición en la que el rito y el trabajo colectivo desempeñan una función eminente como vehículos de transmisión de la influencia espiritual.
NOTA
1
Ver René Guénon, Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada cap. LXV.
Cuadro simbólico de la Logia. Grado aprendiz
Para comprender esta simbólica habría que tener en cuenta que la Logia es, ante todo, una imagen del mundo, y como tal debe existir en ella una representación de lo que constituye el "marco" mismo del cosmos, que es propiamente el zodíaco. Muchos recintos o santuarios sagrados -al igual que las ciudades edificadas según las reglas de la arquitectura tradicional-, siendo la proyección en la tierra del orden celeste, están de una u otra manera "enmarcados" por las constelaciones zodiacales. Es el caso, por ejemplo, del Ming-Tang chino, del Templo de Jerusalén (y su arquetipo la Jerusalén Celeste), de muchas fortalezas templarias, y en construcciones tan antiguas como puedan ser el crómlech megalítico de Stonehenge. Asimismo, los masones operativos, y en general los artesanos constructores de cualquier sociedad tradicional, se servían de un cordel para determinar la posición correcta de los templos o catedrales, que siempre y de forma invariable, estaban orientados según las direcciones del espacio señaladas por los cuatro puntos cardinales, exactamente igual que la Logia. Ahora bien, como menciona René Guénon "... entre las funciones de un 'marco' quizá la principal es mantener en su sitio los diversos elementos que contiene o encierra en su interior de modo de formar con ellos un todo ordenado, lo cual, como se sabe, es la significación misma de la palabra 'cosmos'. Ese 'marco' debe pues, en cierta manera, 'ligar' o 'unir' esos elementos entre sí, lo que está formalmente expresado por el nombre de 'cadena de unión', e inclusive de esto resulta, en lo que a ella concierne, su significación más profunda, pues como todos los símbolos que se presentan en forma de cadena, cordel o hilo (todos ellos símbolos del eje) se refieren en definitiva al sûtrâtmâ"(1). Por consiguiente, la cadena de unión masónica vendría a significar, considerada desde el punto de vista metafísico, exactamente lo mismo que la "cadena de los mundos": un símbolo que resume el conjunto de todos los estados, seres y mundos que conforman la manifestación universal, los cuales subsisten y están ligados entre sí por el "hilo de Atmâ" (sûtrâtmâ), es decir por su hálito o espíritu vivificador.
Por otro lado, la cadena de unión es también la cuerda anudada (o houppe dentelée) que aparece figurada en los "cuadros de Logia" masónicos, y concretamente en los pertenecientes a los grados de aprendiz y de compañero. La significación simbólica de dicha cuerda es idéntica a la de la cadena de unión, pero, al mismo tiempo, y vinculado específicamente con el simbolismo del cuadro de Logia, habría que considerar también otro aspecto importante de ella: el que tiene como función "proteger", además de "unir" y de "ligar", los símbolos y emblemas que aparecen dibujados en el cuadro, el que es considerado como un espacio sacralizado, y por tanto inviolable. En este sentido, la idea de "protección" está incluida en el simbolismo de los nudos y las ligaduras, que por sus formas respectivas recuerdan el trazado de los dédalos y laberintos iniciáticos. En la simbólica universal, el laberinto, además de estar relacionado con los "viajes" y las pruebas iniciáticas, también tiene como función la defensa y protección de los lugares sagrados o centros espirituales, impidiendo el acceso a los mismos a los profanos que no están cualificados para recibir la iniciación. Pero la defensa se extiende igualmente (y podríamos decir que principalmente) a impedir el acceso a las influencias sutiles del psiquismo inferior, el que por su carácter especialmente disolvente representan un claro peligro que ha de ser controlado y evitado a toda costa, pues por medio de esas influencias se introducen determinadas energías maléficas y caóticas destinadas a destruir, o en el mejor de los casos a debilitar, a los propios centros espirituales y a las organizaciones tradicionales ligadas a ellos, y consecuentemente a impedir en lo posible la comunicación con las influencias verdaderamente superiores, de las que esos centros y organizaciones han sido -y son- precisamente el soporte. Y al hilo de esta última reflexión, quizá no estaría de más señalar los peligros de disolución (o de petrificación, pues para el caso es lo mismo) que en la actualidad acechan a la Masonería, ya que es a todas luces evidente que esta organización tradicional se ha visto sometida a una paulatina extirpación de la dimensión iniciática y esotérica de sus símbolos y sus ritos. Y lo que es tal vez más lamentable es que esa acción ha sido llevada a cabo muchas veces por masones que no han comprendido que es precisamente gracias a esos símbolos y ritos (revelados en el origen y transmitidos a lo largo del tiempo) que la Orden masónica adquiere su pleno sentido, pues ellos constituyen sus señas de identidad, lo que dicha Orden es en sí misma, y no podría dejar de ser, a menos de quedar totalmente desvirtuada y vacía de contenido esencial. Para que esa situación no llegue a ser irreversible, pensamos que se hace necesario que los masones de espíritu tradicional (esto es, aquellos que consideran que la Masonería pertenece y es una ramificación de la Tradición Primordial y por tanto una vía de realización al Conocimiento) restituyan de nuevo el sentido cosmogónico y metafísico de su legado simbólico-ritual, empezando por considerar que la cadena de unión es, efectivamente, el "marco" celeste que delimita, separa y protege el "mundo de la luz" del "mundo de las tinieblas", lo sagrado de lo profano.
Síntesis simbólica del grado de compañeroAdemás de la cuerda anudada que rodea la Logia y el cuadro, existe un rito en la Masonería que también recibe el nombre de cadena de unión. Se trata de aquel que está constituido por el entrelazamiento que forman las manos, con los brazos entrecruzados, de todos los integrantes del taller, lo cual, precisamente, tiene lugar alrededor del cuadro de la Logia y de los tres pilares de la Sabiduría, la Fuerza y la Belleza momentos antes de clausurar los trabajos. En primer lugar, habría que decir que la cadena de unión es uno de los ritos masónicos que más directamente aluden a la fraternidad masónica, la que, en efecto, está sustentada en los lazos de armonía y concordia que entre sí ligan a todos los masones. De ahí el por qué a los nudos de la cuerda también se les denomine "lazos de amor", pues el amor, entendido por lo más alto, es la fuerza que concilia los contrarios y resuelve todas las oposiciones en la unidad del Principio. Dicha fraternidad representa, por tanto, el fundamento mismo sobre el que se apoya la propia organización iniciática y tradicional. En este sentido, el entrelazamiento de manos y brazos configura una trama cruciforme que evoca la imagen de una estructura fuertemente cohesionada y organizada.
Pero este rito se realiza, fundamentalmente, para dirigir una plegaria o invocación al Gran Arquitecto, siendo en esa invocación donde reside su sentido profundo y su razón de ser. Por ello, prescindir de la plegaria como sucede en muchas logias actuales, por el mero hecho de ignorarla o por considerarla un trasnochado anacronismo, provoca inevitablemente el empobrecimiento del propio rito, quedando éste, en consecuencia, reducido prácticamente a casi nada. Sin embargo, en la antigua Masonería operativa, la plegaria y las invocaciones de los nombres divinos formaba parte constitutiva del rito y de los trabajos simbólicos; y precisamente ella se realizaba en la cadena de unión y alrededor del cuadro de la Logia, con lo cual se confirma el papel verdaderamente "central" que este último ha desempeñado siempre en la Masonería.
Por lo general, la cadena de unión comienza y termina en el Venerable Maestro, y es él, como la máxima autoridad de la Logia, el que dirige la invocación al Gran Arquitecto. Veamos a continuación un ejemplo de ésta según es de uso todavía entre algunos Ritos masónicos que han seguido conservando parte del legado operativo: "¡Arquitecto Supremo del Universo! ¡Fuente única de todo bien y de toda perfección! 'Oh Tú! Que siempre has obrado para la felicidad del hombre y de todas Tus criaturas; te damos gracias por Tus paternales beneplácitos, y te conjuramos para que los concedas a cada uno de nosotros, según Tus consideraciones y según nuestras necesidades. Esparce sobre nosotros y sobre todos nuestros Hermanos Tu celeste Luz. Fortifica en nuestros corazones el amor hacia nuestras obligaciones, a fin de observarlas fielmente. Que puedan nuestras reuniones estar siempre fortalecidas en su unión por el deseo de Tu placer y para hacernos útiles a nuestros semejantes. Que ellas sean por siempre la morada de la paz y de la virtud, y que la cadena de una amistad perfecta y fraterna sea en lo sucesivo tan sólida entre nosotros que nada pueda alterarla. Así sea".
Por consiguiente, y según se desprende de esta oración masónica, la unión encadenada y fraterna se convierte en el soporte horizontal y psicosomático (terrestre), sobre el que "descenderán" -estimulados por la plegaria- los beneplácitos (bendiciones) de la influencia espiritual o supra-individual -"Tu celeste Luz"-, posibilitando así una vía de comunicación axial entre el cielo y la tierra, o como se dice en lenguaje masónico, entre la Logia de lo Alto y la Logia de Abajo. Es decir, que a través de la invocación lo que se pretende esencialmente es la comunicación con las energías celestes (las Ideas o atributos creadores del Arquitecto universal) cuya acción espiritual ha conformado -y conforma permanentemente- la realidad simbólica, ritual y mítica (es decir, cosmogónica y metafísica) de la organización iniciática. Al mismo tiempo, en el rito de la cadena de unión se concentra la entidad colectiva constituida por todos los antepasados que realmente participaron en la Tradición y su conocimiento, y de los que se dice moran en el "Oriente Eterno" (la Logia celeste). Dicha entidad se hace una en comunión con sus herederos actuales, esto es, con los masones que, habiendo recibido y comprendido (en la medida que sea) el mensaje de su legado tradicional, contribuyen hoy en día a mantenerlo vivo y actuante. En este sentido, la cadena de unión también está simbolizando la cadena iniciática de la tradición masónica (y por analogía la de todas las tradiciones), cuyo origen es inmemorial, como lo es asimismo el mensaje que ella ha ido transmitiendo a lo largo del tiempo y de la historia.
Las individualidades, o mejor, la idea de lo individual y lo particular que cada componente de la cadena pudiera tener de sí mismo, desaparece como tal para formar un solo cuerpo que vibra y respira a una misma cadencia rítmica. La cadena de unión deviene así un círculo mágico y sagrado donde se concentra y fluye una fuerza cósmica y teúrgica que asimilada por todos y cada uno de los integrantes de la misma les permite participar del verdadero espíritu masónico y de su energía salutífera y regeneradora.
No es entonces de extrañar que durante el transcurso del rito de la iniciación, el neófito reciba simbólicamente la "luz" integrado en la cadena de unión, lo cual es perfectamente coherente en una tradición en la que el rito y el trabajo colectivo desempeñan una función eminente como vehículos de transmisión de la influencia espiritual.
NOTA
1
Ver René Guénon, Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada cap. LXV.
Monday, February 06, 2006
"Esoterismo y Exoterismo", Rene Guenon
Señalamos ocasionalmente, en el curso de nuestras consideraciones preliminares, la distinción muy generalmente conocida que existe, en ciertas escuelas filosóficas de la Grecia antigua, si no en todas, entre lo que se llama el esoterismo y el exoterismo, es decir entre dos aspectos de una misma doctrina, uno más interior y el otro más exterior: éste es todo el significado literal de estos dos términos. El exoterismo, que comprende lo que, era más elemental, más fácilmente comprensible, y por consiguiente susceptible de estar al alcance de todos de una manera más amplia, se expresa sólo en la enseñanza escrita, tal como nos ha llegado más o menos completamente; el esoterismo, más profundo y de orden más elevado, y que por lo mismo se dirige como tal a los solos discípulos regulares de la escuela, preparados especialmente para comprenderlo, era objeto de una enseñanza puramente oral, sobre la naturaleza de la cual no se han podido conservar evidentemente datos muy precisos. Por otra parte, debe entenderse bien que, puesto que se trataba de la misma doctrina bajo dos aspectos diferentes, y como en dos grados de enseñanza, estos dos aspectos de ningún modo podían ser opuestos o contradictorios, sino que más bien debían ser complementarios: el esoterismo desarrollaba y completaba, dándole un sentido más profundo que no estaba contenido allí sino como virtualmente, lo que el exoterismo exponía bajo una forma demasiado vaga, demasiado simplificada, y a veces más o menos simbólica, por más que el símbolo tuviese muy a menudo, en los griegos, ese aire del todo literario y poético que lo hace degenerar en simple alegoría. Ni hay que decir, por otra parte; que el esoterismo podía, en la misma escuela, subdividirse a su vez en varios grados de enseñanza más o menos profundos, pasando los discípulos sucesivamente de uno a otro según su estado de preparación, y pudiendo ir más o menos lejos según la extensión de sus aptitudes intelectuales; pero esto es casi todo lo que se puede decir seguramente sobre el particular.
Esta distinción del esoterismo y el exoterismo no se ha mantenido en absoluto en la filosofía moderna, que en realidad no es en el fondo más de lo que es exteriormente, y que, para lo que enseña, no tiene necesidad de un esoterismo cualquiera, puesto que todo lo que es verdaderamente profundo se escapa del todo a su punto de vista limitado. Ahora se plantea la cuestión de saber si esta concepción de los dos aspectos complementarios de una doctrina fue particular de Grecia; a decir verdad, habría algo de extraño en que una división que parece tan natural en su principio hubiese permanecido tan excepcional, y, de hecho, no es así. Muy al principio, se podrían encontrar en Occidente, desde la Antigüedad, ciertas escuelas generalmente muy cerradas, más o menos mal conocidas por este motivo, y que por lo demás no eran escuelas filosóficas, cuyas doctrinas no se expresaban fuera sino bajo el velo de ciertos símbolos que debían parecer muy oscuros a los que no tenían la llave de ellos; y estas llaves sólo se les daba a los adherentes que habían adquirido ciertos compromisos, y cuya discreción había sido probada suficientemente, al mismo tiempo que se habían asegurado de su capacidad intelectual. Este caso, que implica manifiestamente que debe tratarse de doctrinas bastante profundas para ser del todo extrañas a la mentalidad común, parece haber sido frecuente sobre todo en la Edad Media y es una de las razones por las cuales, cuando se habla de la intelectualidad de esta época, hay que hacer siempre reservas sobre lo que pudo existir fuera de lo que nos es conocido de manera cierta; es evidente en efecto que, en esto como en el esoterismo griego, han debido perderse muchas cosas porque sólo se enseñaron oralmente, lo que es también, como lo hemos indicado, la explicación de la pérdida casi total de la doctrina druídica. Entre estas escuelas, a las que acabamos de hacer alusión, podemos mencionar como ejemplo a los alquimistas, cuya doctrina era sobre todo de orden cosmológico; pero la cosmología debe tener siempre por fundamento cierto conjunto más o menos extenso de concepciones metafísicas. Podría decirse que los símbolos contenidos en los escritos alquimistas constituyen aquí el exoterismo, en tanto que su interpretación reservada constituye el esoterismo; pero la parte del exoterismo es entonces muy reducida, y como en suma no tiene razón de ser verdadera sino con relación al esoterismo y con vistas a éste, se puede uno preguntar si conviene también aplicar estos dos términos. En efecto, esoterismo y exoterismo son esencialmente correlativos, puesto que estas palabras son de forma comparativa, de manera que, allí donde no hay exoterismo, no hay motivo del todo para hablar tampoco de esoterismo; esta última denominación no puede pues, si se pretende guardar su sentido propio, servir para designar indistintamente toda doctrina cerrada, para uso exclusivo de una élite intelectual.
Se podría, sin duda, pero en una acepción mucho más amplia, considerar un esoterismo y un exoterismo en una doctrina cualquiera, si se distingue en ella la concepción y la expresión, siendo la primera por completo interior, mientras que la segunda no es más que su exteriorización; se puede también, en rigor, pero apartándose del sentido habitual, decir que la concepción representa el esoterismo, y la expresión el exoterismo, y esto de manera necesaria, que resulta de la naturaleza misma de las cosas. Si se entiende de este modo, hay particularmente en toda doctrina metafísica algo que será siempre esotérico, y es la parte de inexpresable que contiene esencialmente, como lo hemos explicado, toda concepción verdaderamente metafísica; es algo que cada uno puede concebir por sí mismo, con ayuda de las, palabras y los símbolos que sirven simplemente de punto de apoyo a su concepción, y su comprensión de la doctrina será mas o menos completa y profunda según la medida en que la concebirá efectivamente. También en las doctrinas de otro orden, cuyo alcance no se extiende hasta lo que es verdadera y absolutamente inexpresable, y que es el "misterio" en el sentido etimológico de la palabra, no es menos cierto que la expresión nunca está por completo adecuada a la concepción, de manera que, en una proporción bastante menor, se produce aquí algo análogo: el que comprende realmente es siempre el que sabe ver más lejos que las palabras y se podría decir que el "espíritu" de una doctrina cualquiera es de naturaleza esotérica, mientras que su "letra" es de naturaleza exotérica. Esto sería principalmente aplicable a todos los textos tradicionales, que ofrecen lo más a menudo una pluralidad de sentidos más o menos profundos; correspondiendo a otros tantos puntos de vista diferentes; pero en lugar de tratar de penetrar estos sentidos, se prefiere por lo común entregarse a fútiles investigaciones de exégesis y de "crítica de los textos", según los métodos laboriosamente establecidos por la erudición alemana; y este trabajo, por fastidioso que sea y por más paciencia que exija, es mucho más fácil que el otro, ya que por lo menos está al alcance de todas las inteligencias. Un ejemplo notable de la pluralidad de sentidos nos la suministra la interpretación de los caracteres ideográficos que constituyen la escritura china; todos los significados de que son susceptibles estos caracteres se pueden agrupar en torno de tres principales, que corresponden a los tres grados fundamentales del conocimiento, y de los cuales el primero es de orden sensible; el segundo de orden racional y el tercero de orden intelectual puro o metafísico; de modo que, para limitarnos a un caso muy simple, un mismo signo podrá emplearse analógicamente para designar a la vez el sol, la luz y la verdad, y sólo la naturaleza del texto permite reconocer, para cada aplicación, cuál de estas acepciones es la que conviene adoptar, de donde los múltiples errores de los traductores occidentales. Esto hará comprender cómo el estudio de los ideogramas, cuyo alcance escapa por completo a los europeos, puede servir de base para una verdadera enseñanza integral, permitiendo desarrollar y coordinar todas las concepciones posibles en todos los órdenes; este estudio podrá, pues, desde puntos de vista diferentes, proseguirse en todos los grados de enseñanza, del más elemental al más elevado, dando lugar cada vez a nuevas posibilidades de concepción, y es un instrumento maravillosamente apropiado para la exposición de una doctrina tradicional.
Volvamos ahora a la cuestión de saber si la distinción del esoterismo y el exoterismo, entendida esta vez en su sentido preciso, puede aplicarse a las doctrinas orientales. Desde luego, en el Islamismo la tradición es de esencia doble, religiosa y metafísica, como va lo hemos dicho; se puede aquí calificar muy exactamente de exotérico el lado religioso de la doctrina, que es en efecto el más exterior y el que está al alcance de todos, y de esotérico su lado metafísico, que constituye su sentido profundo y que es considerado como la doctrina de la "élite"; y esta distinción conserva bien su sentido propio, puesto que son dos aspectos de una sola y misma doctrina. Hay que notar, con este motivo, que existe algo análogo en el Judaísmo, en el cual el esoterismo está representado por lo que se llama "Qabbalah", palabra cuyo sentido primitivo no es otro que el de "tradición", y que se aplica al estudio de los significados más profundos de los textos sagrados, mientras que la doctrina exotérica o vulgar se atiene a su significado más exterior y más literal; sólo que esta "Qabbalah" es, de manera general, menos puramente metafísica que el esoterismo musulmán, y sufre también, en cierta medida, la influencia del punto de vista propiamente religioso, en lo cual es comparable a la parte metafísica de la doctrina escolástica, insuficientemente liberada de consideraciones teológicas. En el Islamismo, por el contrario. la distinción de los dos puntos de vista es casi siempre muy neta, fuera del caso de algunas escuelas que están más o menos teñidas de misticismo y cuya ortodoxia es por lo demás menos rigurosa que la de las otras escuelas esotéricas; esta distinción permite ver mejor que en cualquiera otra parte, por las relaciones del exoterismo y del esoterismo, cómo reciben un sentido profundo las concepciones teológicas por la transposición metafísica.
Si pasamos a las doctrinas más orientales, la distinción del esoterismo y del exoterismo no se puede ya aplicar de la misma manera, y aun hay algunas a las que no es de ningún modo aplicable. Sin duda, en lo que se refiere a China, se podría decir que la tradición social, que es común a todos, aparece como exotérica, mientras que la tradición metafísica, doctrina de la "élite", es esotérica por lo mismo. Sin embargo, esto no sería rigurosamente exacto sino a condición de considerar estas dos doctrinas con relación a la tradición primordial de la cual se derivan una y otra; pero, a decir verdad, están separadas con demasiada precisión; a pesar de esta fuente común, para que se las pueda considerar como las dos faces de una misma doctrina, lo que es necesario para poder hablar propiamente de esoterismo y exoterismo. Una de las razones de esta separación está en la ausencia de esa especie de dominio mixto al cual da lugar el punto de vista religioso, donde se unen, en la medida en que son susceptibles, el punto de vista intelectual y el punto de vista social, por otra parte, en detrimento del primero; pero esta ausencia no siempre tiene consecuencias tan marcadas al respecto, como lo demuestra el ejemplo de la India, donde tampoco hay nada de propiamente religioso, y donde todas las ramas de la tradición forman sin embargo un conjunto único e indivisible.
Precisamente nos queda por hablar aquí de la India, y en ella es menos posible considerar una distinción como la del esoterismo y el exoterismo, porque la tradición tiene en efecto demasiada unidad para presentarse, no sólo en dos cuerpos de doctrina separados, sino también bajo dos aspectos complementarios de este género. Todo lo que se puede distinguir realmente es la doctrina esencial, que es toda metafísica, y sus aplicaciones de diversos órdenes, que constituyen como otras tantas ramas secundarias con relación a ella; pero es evidente que esto no equivale de ningún modo a la distinción de que se trata. La misma doctrina metafísica no ofrece otro esoterismo que el que se puede encontrar en ella en el sentido muy amplio que hemos mencionado, y que es natural e inevitable en toda doctrina de este orden: todos pueden ser admitidos para recibir la enseñanza en todos sus grados, con la única reserva de estar intelectualmente calificados para obtener un beneficio efectivo; hablamos solamente aquí, como es natural, de la admisión en todos los grados de la enseñanza, pero no en todas las funciones, para las cuales se pueden necesitar otras condiciones; pero, necesariamente, entre los que reciben esta misma enseñanza doctrinal, como acontece con los que leen un mismo texto, cada uno lo comprende y se lo asimila más o menos completamente, más o menos profundamente, según la extensión de su propias posibilidades intelectuales, Por ello es del todo impropio hablar de "Brahmanismo esotérico", como han querido hacerlo algunos, que han aplicado sobre todo esta denominación a la enseñanza contenida. en los Upanishads; es verdad también que otros, hablando por su parte de '"budismo esotérico", han obrado peor aún, pues no han presentado bajo esta etiqueta más que concepciones eminentemente fantásticas que no dependen ni del Budismo auténtico ni de ningún esoterismo verdadero.
En un manual de historia de las religiones al cual hicimos ya alusión, y en el que por lo demás se encuentran, aunque se distingue por el espíritu con el que fue redactado, muchas confusiones comunes en esta clase de obras, sobre todo la que consiste en tratar como religiosas cosas que en realidad no lo son de ningún modo; hemos señalado, a este propósito, la siguiente observación: "un pensamiento indio encuentra rara vez su equivalente exacto fuera de la India; o, para hablar menos ambiciosamente, ciertas maneras de considerar las cosas, que en otras doctrinas son esotéricas, individuales, extraordinarias, en el Brahmanismo y en la India son vulgares, generales, normales." (Christus, cap. VII, pág. 359, nota). Esto es justo en el fondo, pero exige sin embargo algunas reservas, porque no se podría calificar de individuales, lo mismo en la India que en otra parte, concepciones que, siendo de orden metafísico, son por el contrario esencialmente supra-individuales; por otra parte, estas concepciones encuentran su equivalente, aunque bajo formas distintas, dondequiera que existe una doctrina verdaderamente metafísica, es decir, en todo el Oriente, y sólo en Occidente no hay nada en efecto que les sea equivalente, ni siquiera de muy lejos. Lo que es verdad, es que las concepciones de este orden en ninguna parte están difundidas tan generalmente como en la India, porque no se encuentra en otra parte un pueblo que tenga tan generalmente en el mismo grado las aptitudes requeridas, aunque éstas sean frecuentes sin embargo en todos los orientales, y principalmente en los chinos, entre los cuales la tradición metafísica ha guardado a pesar de esto un carácter mucho más cerrado. Lo que debió contribuir sobre todo en la India para el desarrollo de semejante mentalidad, es el carácter puramente tradicional de la unidad hindú: no se puede participar realmente en esta unidad sino en la medida en que se asimila uno la tradición, y, como esta tradición es de esencia metafísica, se podría decir que, si todo hindú es naturalmente metafísico, es que debe serlo en cierto modo por definición.
(Capítulo de Introducción general al estudio de las doctrinas hindúes, París, 1921. Traducción española: LC, Buenos Aires, agotada)
Esta distinción del esoterismo y el exoterismo no se ha mantenido en absoluto en la filosofía moderna, que en realidad no es en el fondo más de lo que es exteriormente, y que, para lo que enseña, no tiene necesidad de un esoterismo cualquiera, puesto que todo lo que es verdaderamente profundo se escapa del todo a su punto de vista limitado. Ahora se plantea la cuestión de saber si esta concepción de los dos aspectos complementarios de una doctrina fue particular de Grecia; a decir verdad, habría algo de extraño en que una división que parece tan natural en su principio hubiese permanecido tan excepcional, y, de hecho, no es así. Muy al principio, se podrían encontrar en Occidente, desde la Antigüedad, ciertas escuelas generalmente muy cerradas, más o menos mal conocidas por este motivo, y que por lo demás no eran escuelas filosóficas, cuyas doctrinas no se expresaban fuera sino bajo el velo de ciertos símbolos que debían parecer muy oscuros a los que no tenían la llave de ellos; y estas llaves sólo se les daba a los adherentes que habían adquirido ciertos compromisos, y cuya discreción había sido probada suficientemente, al mismo tiempo que se habían asegurado de su capacidad intelectual. Este caso, que implica manifiestamente que debe tratarse de doctrinas bastante profundas para ser del todo extrañas a la mentalidad común, parece haber sido frecuente sobre todo en la Edad Media y es una de las razones por las cuales, cuando se habla de la intelectualidad de esta época, hay que hacer siempre reservas sobre lo que pudo existir fuera de lo que nos es conocido de manera cierta; es evidente en efecto que, en esto como en el esoterismo griego, han debido perderse muchas cosas porque sólo se enseñaron oralmente, lo que es también, como lo hemos indicado, la explicación de la pérdida casi total de la doctrina druídica. Entre estas escuelas, a las que acabamos de hacer alusión, podemos mencionar como ejemplo a los alquimistas, cuya doctrina era sobre todo de orden cosmológico; pero la cosmología debe tener siempre por fundamento cierto conjunto más o menos extenso de concepciones metafísicas. Podría decirse que los símbolos contenidos en los escritos alquimistas constituyen aquí el exoterismo, en tanto que su interpretación reservada constituye el esoterismo; pero la parte del exoterismo es entonces muy reducida, y como en suma no tiene razón de ser verdadera sino con relación al esoterismo y con vistas a éste, se puede uno preguntar si conviene también aplicar estos dos términos. En efecto, esoterismo y exoterismo son esencialmente correlativos, puesto que estas palabras son de forma comparativa, de manera que, allí donde no hay exoterismo, no hay motivo del todo para hablar tampoco de esoterismo; esta última denominación no puede pues, si se pretende guardar su sentido propio, servir para designar indistintamente toda doctrina cerrada, para uso exclusivo de una élite intelectual.
Se podría, sin duda, pero en una acepción mucho más amplia, considerar un esoterismo y un exoterismo en una doctrina cualquiera, si se distingue en ella la concepción y la expresión, siendo la primera por completo interior, mientras que la segunda no es más que su exteriorización; se puede también, en rigor, pero apartándose del sentido habitual, decir que la concepción representa el esoterismo, y la expresión el exoterismo, y esto de manera necesaria, que resulta de la naturaleza misma de las cosas. Si se entiende de este modo, hay particularmente en toda doctrina metafísica algo que será siempre esotérico, y es la parte de inexpresable que contiene esencialmente, como lo hemos explicado, toda concepción verdaderamente metafísica; es algo que cada uno puede concebir por sí mismo, con ayuda de las, palabras y los símbolos que sirven simplemente de punto de apoyo a su concepción, y su comprensión de la doctrina será mas o menos completa y profunda según la medida en que la concebirá efectivamente. También en las doctrinas de otro orden, cuyo alcance no se extiende hasta lo que es verdadera y absolutamente inexpresable, y que es el "misterio" en el sentido etimológico de la palabra, no es menos cierto que la expresión nunca está por completo adecuada a la concepción, de manera que, en una proporción bastante menor, se produce aquí algo análogo: el que comprende realmente es siempre el que sabe ver más lejos que las palabras y se podría decir que el "espíritu" de una doctrina cualquiera es de naturaleza esotérica, mientras que su "letra" es de naturaleza exotérica. Esto sería principalmente aplicable a todos los textos tradicionales, que ofrecen lo más a menudo una pluralidad de sentidos más o menos profundos; correspondiendo a otros tantos puntos de vista diferentes; pero en lugar de tratar de penetrar estos sentidos, se prefiere por lo común entregarse a fútiles investigaciones de exégesis y de "crítica de los textos", según los métodos laboriosamente establecidos por la erudición alemana; y este trabajo, por fastidioso que sea y por más paciencia que exija, es mucho más fácil que el otro, ya que por lo menos está al alcance de todas las inteligencias. Un ejemplo notable de la pluralidad de sentidos nos la suministra la interpretación de los caracteres ideográficos que constituyen la escritura china; todos los significados de que son susceptibles estos caracteres se pueden agrupar en torno de tres principales, que corresponden a los tres grados fundamentales del conocimiento, y de los cuales el primero es de orden sensible; el segundo de orden racional y el tercero de orden intelectual puro o metafísico; de modo que, para limitarnos a un caso muy simple, un mismo signo podrá emplearse analógicamente para designar a la vez el sol, la luz y la verdad, y sólo la naturaleza del texto permite reconocer, para cada aplicación, cuál de estas acepciones es la que conviene adoptar, de donde los múltiples errores de los traductores occidentales. Esto hará comprender cómo el estudio de los ideogramas, cuyo alcance escapa por completo a los europeos, puede servir de base para una verdadera enseñanza integral, permitiendo desarrollar y coordinar todas las concepciones posibles en todos los órdenes; este estudio podrá, pues, desde puntos de vista diferentes, proseguirse en todos los grados de enseñanza, del más elemental al más elevado, dando lugar cada vez a nuevas posibilidades de concepción, y es un instrumento maravillosamente apropiado para la exposición de una doctrina tradicional.
Volvamos ahora a la cuestión de saber si la distinción del esoterismo y el exoterismo, entendida esta vez en su sentido preciso, puede aplicarse a las doctrinas orientales. Desde luego, en el Islamismo la tradición es de esencia doble, religiosa y metafísica, como va lo hemos dicho; se puede aquí calificar muy exactamente de exotérico el lado religioso de la doctrina, que es en efecto el más exterior y el que está al alcance de todos, y de esotérico su lado metafísico, que constituye su sentido profundo y que es considerado como la doctrina de la "élite"; y esta distinción conserva bien su sentido propio, puesto que son dos aspectos de una sola y misma doctrina. Hay que notar, con este motivo, que existe algo análogo en el Judaísmo, en el cual el esoterismo está representado por lo que se llama "Qabbalah", palabra cuyo sentido primitivo no es otro que el de "tradición", y que se aplica al estudio de los significados más profundos de los textos sagrados, mientras que la doctrina exotérica o vulgar se atiene a su significado más exterior y más literal; sólo que esta "Qabbalah" es, de manera general, menos puramente metafísica que el esoterismo musulmán, y sufre también, en cierta medida, la influencia del punto de vista propiamente religioso, en lo cual es comparable a la parte metafísica de la doctrina escolástica, insuficientemente liberada de consideraciones teológicas. En el Islamismo, por el contrario. la distinción de los dos puntos de vista es casi siempre muy neta, fuera del caso de algunas escuelas que están más o menos teñidas de misticismo y cuya ortodoxia es por lo demás menos rigurosa que la de las otras escuelas esotéricas; esta distinción permite ver mejor que en cualquiera otra parte, por las relaciones del exoterismo y del esoterismo, cómo reciben un sentido profundo las concepciones teológicas por la transposición metafísica.
Si pasamos a las doctrinas más orientales, la distinción del esoterismo y del exoterismo no se puede ya aplicar de la misma manera, y aun hay algunas a las que no es de ningún modo aplicable. Sin duda, en lo que se refiere a China, se podría decir que la tradición social, que es común a todos, aparece como exotérica, mientras que la tradición metafísica, doctrina de la "élite", es esotérica por lo mismo. Sin embargo, esto no sería rigurosamente exacto sino a condición de considerar estas dos doctrinas con relación a la tradición primordial de la cual se derivan una y otra; pero, a decir verdad, están separadas con demasiada precisión; a pesar de esta fuente común, para que se las pueda considerar como las dos faces de una misma doctrina, lo que es necesario para poder hablar propiamente de esoterismo y exoterismo. Una de las razones de esta separación está en la ausencia de esa especie de dominio mixto al cual da lugar el punto de vista religioso, donde se unen, en la medida en que son susceptibles, el punto de vista intelectual y el punto de vista social, por otra parte, en detrimento del primero; pero esta ausencia no siempre tiene consecuencias tan marcadas al respecto, como lo demuestra el ejemplo de la India, donde tampoco hay nada de propiamente religioso, y donde todas las ramas de la tradición forman sin embargo un conjunto único e indivisible.
Precisamente nos queda por hablar aquí de la India, y en ella es menos posible considerar una distinción como la del esoterismo y el exoterismo, porque la tradición tiene en efecto demasiada unidad para presentarse, no sólo en dos cuerpos de doctrina separados, sino también bajo dos aspectos complementarios de este género. Todo lo que se puede distinguir realmente es la doctrina esencial, que es toda metafísica, y sus aplicaciones de diversos órdenes, que constituyen como otras tantas ramas secundarias con relación a ella; pero es evidente que esto no equivale de ningún modo a la distinción de que se trata. La misma doctrina metafísica no ofrece otro esoterismo que el que se puede encontrar en ella en el sentido muy amplio que hemos mencionado, y que es natural e inevitable en toda doctrina de este orden: todos pueden ser admitidos para recibir la enseñanza en todos sus grados, con la única reserva de estar intelectualmente calificados para obtener un beneficio efectivo; hablamos solamente aquí, como es natural, de la admisión en todos los grados de la enseñanza, pero no en todas las funciones, para las cuales se pueden necesitar otras condiciones; pero, necesariamente, entre los que reciben esta misma enseñanza doctrinal, como acontece con los que leen un mismo texto, cada uno lo comprende y se lo asimila más o menos completamente, más o menos profundamente, según la extensión de su propias posibilidades intelectuales, Por ello es del todo impropio hablar de "Brahmanismo esotérico", como han querido hacerlo algunos, que han aplicado sobre todo esta denominación a la enseñanza contenida. en los Upanishads; es verdad también que otros, hablando por su parte de '"budismo esotérico", han obrado peor aún, pues no han presentado bajo esta etiqueta más que concepciones eminentemente fantásticas que no dependen ni del Budismo auténtico ni de ningún esoterismo verdadero.
En un manual de historia de las religiones al cual hicimos ya alusión, y en el que por lo demás se encuentran, aunque se distingue por el espíritu con el que fue redactado, muchas confusiones comunes en esta clase de obras, sobre todo la que consiste en tratar como religiosas cosas que en realidad no lo son de ningún modo; hemos señalado, a este propósito, la siguiente observación: "un pensamiento indio encuentra rara vez su equivalente exacto fuera de la India; o, para hablar menos ambiciosamente, ciertas maneras de considerar las cosas, que en otras doctrinas son esotéricas, individuales, extraordinarias, en el Brahmanismo y en la India son vulgares, generales, normales." (Christus, cap. VII, pág. 359, nota). Esto es justo en el fondo, pero exige sin embargo algunas reservas, porque no se podría calificar de individuales, lo mismo en la India que en otra parte, concepciones que, siendo de orden metafísico, son por el contrario esencialmente supra-individuales; por otra parte, estas concepciones encuentran su equivalente, aunque bajo formas distintas, dondequiera que existe una doctrina verdaderamente metafísica, es decir, en todo el Oriente, y sólo en Occidente no hay nada en efecto que les sea equivalente, ni siquiera de muy lejos. Lo que es verdad, es que las concepciones de este orden en ninguna parte están difundidas tan generalmente como en la India, porque no se encuentra en otra parte un pueblo que tenga tan generalmente en el mismo grado las aptitudes requeridas, aunque éstas sean frecuentes sin embargo en todos los orientales, y principalmente en los chinos, entre los cuales la tradición metafísica ha guardado a pesar de esto un carácter mucho más cerrado. Lo que debió contribuir sobre todo en la India para el desarrollo de semejante mentalidad, es el carácter puramente tradicional de la unidad hindú: no se puede participar realmente en esta unidad sino en la medida en que se asimila uno la tradición, y, como esta tradición es de esencia metafísica, se podría decir que, si todo hindú es naturalmente metafísico, es que debe serlo en cierto modo por definición.
(Capítulo de Introducción general al estudio de las doctrinas hindúes, París, 1921. Traducción española: LC, Buenos Aires, agotada)
Saturday, December 24, 2005
EL SIMBOLISMO MASÓNICO - Jean Palou
LAS LOGIAS DE SAN JUAN
En la francmasonería, los talleres de los tres primeros grados se llaman logias azules o logias de San Juan. Veremos, en efecto, más en detalle la significación histórica y simbólica de esta última expresión. Además, los dos términos están perfectamente ligados entre sí, puesto que el simbolismo conoce tres colores azules, "uno que emana del rojo, otro del blanco y un tercero que se une al negro...", lo que corresponde a las masonerías azul, roja, negra y blanca. Por otra parte, esas tres modalidades del mismo color están a la vez unidas tanto a los tres grados de la iniciación antigua como al triple bautismo cristiano, porque... "San Juan Bautista bautiza en el agua (azul) para inspirar la penitencia: es una preparación a un segundo bautismo que él anuncia y que Jesucristo dará por el Espíritu Santo y por el fuego" (2). Se ve entonces por qué las logias azules constituyen las primeras marchas, en la humildad y el abandono del mundo profano, hacia la regeneración producida más tarde por el fuego (Fuego-Cordero). Naturalmente a este simbolismo de los colores se agrega el de San Juan.
En la obra bien conocida de Samuel Prichard aparecida en Londres en 1730, "Masonry dissected", se pueden leer las preguntas y respuestas siguientes:
P.: ¿De dónde vienes?R.: De la santa logia de San Juan.P.: ¿Qué recomendaciones traes?R.: Las recomendaciones que traigo de los verdaderos y venerables hermanos y compañeros de la verdadera y santa logia de San Juan, de donde vengo, y yo os saludo tres veces de todo corazón (3).
Doce años más tarde se expresa en "L'Ordre des Francs- Maçons trahi et leur secret révélé" (4) una versión más sucinta que la precedente: "Preguntas que se agregan a algunas de las precedentes cuando un francmasón extraño pide ser admitido en la logia":
P.: ¿De dónde vienes?R.: De la logia de San Juan.
Paul Naudon, en una obra reciente sobre "Les loges de Saint-Jean", se empeña en demostrar las relaciones existentes entre la francmasonería y los dos San Juan. Este interesante estudio es, por otra parte, más histórico y filosófico que propiamente simbólico, y es este último plano el único que nos interesa aquí.
¿A qué San Juan ha querido honrar la masonería al dar su nombre a sus logias azules, tanto en el pasado para las logias de los compañeros constructores, como en la masonería moderna para los talleres de los tres primeros grados? El hermano E. F. Bazot escribe a este respecto: "...en cuanto al San Juan que los masones han tomado como patrón no puede ser ni Juan Bautista ni Juan Evangelista, que no tienen, ni uno ni el otro, ninguna relación con la institución filantrópica de la fracmasonería. Se debe pensar, con los hermanos más filósofos y más esclarecidos, que el verdadero patrono de las logias es San Juan el Limosnero, hijo del rey de Chipre, que en tiempos de las Cruzadas dejó su patria y la esperanza del trono para ir a Jerusalén a prodigar los socorros más generosos a los peregrinos y a los caballeros. Juan fundó un hospital e instituyó hermanos para cuidar a los enfermos, a los cristianos heridos, y distribuir ayudas pecuniarias a los viajeros que iban a visitar el Santo Sepulcro. Juan, digno por sus virtudes de convertirse en el patrono de una sociedad cuyo único fin era la beneficencia, expuso miles de veces su vida para hacer el bien. La peste, la guerra, el furor de los infieles, nada pudo detenerlo. La muerte lo abatió en medio de sus trabajos; pero el ejemplo de sus virtudes quedó para sus hermanos que se comprometieron a imitarlo. Roma lo canonizó con el nombre de San Juan el Limosnero, o San Juan de Jerusalén; y los masones cuyos templos destruidos por la barbarie él había erigido de nuevo, lo eligieron de común acuerdo como su protector" (5). Paul Naudon rechaza con una frase un poco desdeñosa (6) esta opinión de Bazot que, evidentemente, al dar a la orden el único fin de la beneficencia olvida demasiado que la masonería es ante todo una técnica de realización espiritual. Es posible que el origen de la afirmación de Bazot sea -como dice P. Naudon (7) en el discurso de Ramsay-, que: "...nuestra orden (la masonería) se unió íntimamente con los caballeros de Jerusalén. Desde entonces nuestras logias llevan el nombre de logias de San Juan". Se trata, pues, de otra masonería distinta de la de los tres primeros grados, y si Bazot ha cometido un error es el de dar el patronazgo de San Juan de Jerusalén a las logias azules, en tanto que Ramsay quería hablar de otra masonería, es decir, de grados irlandeses o escoceses.
La única relación entre San Juan el Hospitalario o el Limosnero y los masones operativos se basa en un hecho referido por Rohrbacher. Se lee, en efecto, en este autor que San Juan el Limosnero, patriarca de Alejandría, envió inmensos recursos a Modesto, abate de San Teodoro, en Palestina, para reconstruir las iglesias destruidas en 615 por los árabes (8). En realidad, los santos patronos de la orden masónica son San Juan llamado el Precursor y San Juan el Evangelista, uno y otro en estrecho contacto con Janus, dios de los romanos, "dios de las corporaciones de artesanos o Collegia fabrorum que celebraban en su honor las dos fiestas solsticiales de invierno y verano" (9).
En el primer capítulo del Evangelio según San Lucas, Zacarías insiste mucho para explicar el nombre de su hijo, el futuro Precursor. Él dice que se llamará Juan, lo que anuncia la piedad y la misericordia que serán los caracteres mismos del bautista (10). Es necesario observar que en hebreo el nombre Juan se dice hanan, que significa a la vez beneficencia y misericordia, mérito, gracia, merced (esta última palabra tiene el sentido de "piedad" y no carece de interés señalar el papel de la orden de los Trinitarios u orden de la Piedad, orden de caballería destinada a rescatar a los cristianos caídos en las manos de los infieles y que constituye el grado 26º de los altos grados del rito escocés). Johanan significa simultáneamente "misericordia de Dios" y "loa de Dios", y esos dos sentidos se aplican, el primero al Bautista, el segundo al Evangelista. R. Guénon ha observado justamente sobre el caso "que la misericordia es por cierto descendente y la loa ascendente, lo que nos conduce aún a su relación con las dos mitades del ciclo anual" (11), es decir, con las fiestas solsticiales de San Juan de Invierno y de San Juan de Verano (27 de diciembre y 24 de junio).
San Juan Bautista es representado siempre vestido con un manto de color rojo, que es el símbolo del martirio (12), y en el baptisterio de Constantino, en la iglesia de San Juan de Letrán en Roma, se pueden ver alrededor de su estatua de plata siete siervos del mismo metal, "imagen de los siete dones del Espíritu Santo recibidos con el bautismo" (13). Se recordará a este respecto que nadie puede ser admitido en una logia de San Juan sin la presencia de siete masones. Un nexo aun más estrecho entre el escocismo y San Juan Bautista se observa en la iglesia de Santa María de las Fuentes de Lieja. Se ve en esta iglesia un fuerte bajo relieve de cobre el cual representa al Precursor bautizando al filósofo Cratón. La fuente bautismal descansa sobre doce bueyes, símbolo de los doce profetas de la antigua ley y de los doce apóstoles de la nueva ley (hay allí también una doble alegoría a la circuncisión y al bautismo). La fuente bautismal se convierte entonces en la imagen del mar de bronce que Salomón había consagrado a la entrada del Templo para purificarse, que es uno de los símbolos de un alto grado escocés (14).
San Juan Evangelista, "la loa de Dios", es representado en los vitrales de la Edad Media y en los Libros de las Horas con un hábito verde. En Bourges, él tiene una túnica verde y un manto rojo nimbado de oro. Se le ve bautizando por aspersión (es decir, vertiendo agua sobre la cabeza de los bautizados) almas representadas por personajes desnudos y asexuados. Por encima del Santo aparece Cristo rodeado de siete candelabros de oro, y el Salvador mantiene en una mano un libro cerrado por siete sellos, y en la otra el globo del mundo (15); la túnica verde es el símbolo de la caridad, y este color es igualmente el de ciertos números de grados escoceses, en especial el del Príncipe de la Misericordia, del que hablamos más arriba. La esmeralda, piedra preciosa también verde, es la joya atribuida al Evangelista. El número siete es el número propio de ambos santos (por ejemplo, en ciertas pinturas se puede ver al Evangelista rodeado de siete formas de iglesias, pues ese numero simboliza el misterio de que se rodean las verdades encerradas en el Libro Divino) (16). El águila "que se eleva, desde el primer impulso de su vuelo, hasta el seno de Dios, para expresar en términos consagrados el origen de su Verbo y el principio de la luz divina" (17), como el águila del Tetramorfo que al "planear igual que ésta por encima de todas las generaciones humanas cuando relata el nacimiento eterno del Verbo" (18), son las aves de San Juan, cuyo Evangelio se lee en cierto número de logias al iniciarse los trabajos. Existe una relación todavía más estrecha entre el Evangelio y la francmasonería cuando se observa, en el Apocalipsis, a Juan que recibe de un ángel una vara de una toesa con orden de medir el templo, excepto el espacio alrededor del tabernáculo, que era abandonado a los gentiles por Dios, los que deberían recorrer, en las tinieblas exteriores, ese espacio durante tres años y medio (19). Es necesario aproximar aquí a Juan, maestro de la iniciación y que preside la dirección del templo esotérico, con la logia que lleva su nombre, en la cual los profanos no pueden ser admitidos sino después de tres años de aprendizaje, cuando son recibidos como compañeros, único grado de la antigua masonería operativa. Más curiosa aún es esa cita de Dante -que quizá perteneció a los Fieles del Amor o a la Fraternidad de los Rosacruces- que muestra a Juan mártir, quien prueba así su amor a Dios, después de haberlo extraído del pecho del Celeste Pelícano (20). Nos resultaría fácil desarrollar las numerosas relaciones existentes entre la simbólica cristiana de Juan y las logias de San Juan, pero queremos llegar a los vínculos -y éste es el término iniciático exacto- que existen entre los dos San Juan y Janus.
Janus es Cluvius (el que lleva las llaves), al mismo tiempo que Patuleius (el obrero) y Clusius o Cluvisius, es decir, el que cierra (21). Se le denominaba también el Padre, y los sacerdotes salios lo invocaban como dios de los dioses. Janus era sobre todo el maestro de la iniciación, y Ovidio nos dice que nadie entraba en el cielo si él no abría la puerta (22), y Marcial expresa que él también iniciaba la marcha de las estaciones del año y de las revoluciones celestes, y de ahí su nombre Janitor, el portero del cielo (23). Más tarde, Janus se convirtió entre los romanos en el guía de las almas y el jefe de los Manes (Janus Bifrons) que él hacía remontar tres veces por año desde los infiernos al mundo superior, el 24 de agosto, el 5 de octubre y el 8 de noviembre (24).
Las fiestas solsticiales de Janus se convirtieron en las fiestas de San Juan de Invierno y San Juan de Verano. Dios de los artesanos constructores, es decir, de los hombres del oficio cuya iniciación desemboca en los pequeños misterios, Janus se cristianizó y devino el patrono bajo el nombre de dos santos (Juan) -que en suma no son más que dos modalidades de un solo y mismo ser- de las logias de los constructores de la Edad Media, que celebraban sus fiestas el 27 de diciembre y el 24 de junio. Esto es tan cierto que se puede ver en la iglesia de Saint-Remy en Reims un vitral donde figura "un San Juan que se podría llamar "sintético", que incluye en una sola figura al Precursor y al Evangelista, fusión subrayada por la presencia encima de la cabeza de dos tornasoles dirigidos en sentido opuesto (los dos solsticios), una especie de Janus cristiano en suma" (25). Nos parece del mismo modo útil mencionar que en el simbolismo masónico operativo que se ha trasmitido a la masonería anglosajona se halla una figuración de dos San Juan representada por un círculo que lleva en su centro un punto, círculo que ostenta dos tangentes paralelas. "Este círculo es considerado como una figura del ciclo anual, mientras que los puntos de contacto de esas dos tangentes, diametralmente opuestas una a la otra, corresponden entonces a los dos puntos solsticiales" (26). Ya hemos dicho que Janus poseía a menudo dos rostros (bifrons), muy raramente cuatro (27), y mencionaremos ese curioso ejemplo que muestra muy bien la relación de los dos rostros de Janus con los masones operativos. En la catedral de Nantes se puede admirar la tumba del duque de Bretaña, Francisco II, por Michel Colombe. En uno de los ángulos de la tumba se halla una estatua que representa la Prudencia. Se trata de una mujer de doble rostro: el de una joven y el de un anciano (alegoría de Janus). Ese personaje sostiene en una mano un espejo convexo que simboliza el microcosmos (el espejo fue introducido bastante tarde en el rito rectificado en el grado de compañero después de haber sido conocido en la Estricta Observancia, en 1782) y, en la otra, un compás (28). El escultor del siglo XVI ha sabido, pues, reunir perfectamente todos los símbolos iniciáticos: el de Janus, patrono de los constructores, y el compás, instrumento de los maestros masones. Más asombrosa aún esa madera grabada con el tratado de L'Azoth del alquimista Basile Valentín, donde se observa "a los píes de Atlas, que soporta la esfera cósmica, un busto de Janus -Prudencia- y un niño que deletrea el alfabeto -Simplicitas-" (29), que nos presenta a Janus como maestro de la iniciación ante el cosmos, es decir, la logia, y el niño que deletrea, el aprendiz que deberá -por el esfuerzo iniciático- reunir lo que está disperso, esto es, las letras que formarán las palabras sagradas, las palabras claves. Porque no se podría olvidar tampoco que Janus, dios de las puertas celestes y al que es consagrado el mes de enero, tiene entre sus atributos una llave, que simboliza el instrumento que permite abrir las puertas, las barreras, para llegar a un conocimiento más perfecto, más profundo del esoterismo (30). Esta llave se ha tornado un cetro en ciertas representaciones de Janus, siendo esos dos atributos también los de Cristo: "¡O Clavis David, et sceptrum domus Israel!... Tú eres, ¡oh Cristo esperado! la llave de David y el cetro de la casa de Israel. Tú abres, nadie puede cerrar; y cuando tú cierras nadie podría ya abrir..." (31). Este santo del oficio romano del 20 de diciembre, al mismo tiempo que el anuncio de la fiesta del Evangelista -el solsticio de invierno cuya puerta se abre con la llave de Janus-, canta la llegada del salvador que será bautizado por el Precursor y que dará a Pedro el poder de las llaves: la de oro y la de plata. Una y otra son las claves de los pequeños misterios y de los grandes misterios; ellas dan la entrada sobre los mundos temporal y espiritual. Pedro posee la llave de la salvación. Juan, después de Janus, lleva la llave de la liberación. Con este título él no puede ser más que el santo patrono de las logias masónicas, donde -al mismo tiempo que se trabaja para la fraternidad, el tiempo ideal- el iniciado tiende por un segundo nacimiento (la condición de maestro) a la realización integral, al retorno al Adán Kadmon primordial...
Paul Naudon, en una obra reciente sobre "Les loges de Saint-Jean", se empeña en demostrar las relaciones existentes entre la francmasonería y los dos San Juan. Este interesante estudio es, por otra parte, más histórico y filosófico que propiamente simbólico, y es este último plano el único que nos interesa aquí.
¿A qué San Juan ha querido honrar la masonería al dar su nombre a sus logias azules, tanto en el pasado para las logias de los compañeros constructores, como en la masonería moderna para los talleres de los tres primeros grados? El hermano E. F. Bazot escribe a este respecto: "...en cuanto al San Juan que los masones han tomado como patrón no puede ser ni Juan Bautista ni Juan Evangelista, que no tienen, ni uno ni el otro, ninguna relación con la institución filantrópica de la fracmasonería. Se debe pensar, con los hermanos más filósofos y más esclarecidos, que el verdadero patrono de las logias es San Juan el Limosnero, hijo del rey de Chipre, que en tiempos de las Cruzadas dejó su patria y la esperanza del trono para ir a Jerusalén a prodigar los socorros más generosos a los peregrinos y a los caballeros. Juan fundó un hospital e instituyó hermanos para cuidar a los enfermos, a los cristianos heridos, y distribuir ayudas pecuniarias a los viajeros que iban a visitar el Santo Sepulcro. Juan, digno por sus virtudes de convertirse en el patrono de una sociedad cuyo único fin era la beneficencia, expuso miles de veces su vida para hacer el bien. La peste, la guerra, el furor de los infieles, nada pudo detenerlo. La muerte lo abatió en medio de sus trabajos; pero el ejemplo de sus virtudes quedó para sus hermanos que se comprometieron a imitarlo. Roma lo canonizó con el nombre de San Juan el Limosnero, o San Juan de Jerusalén; y los masones cuyos templos destruidos por la barbarie él había erigido de nuevo, lo eligieron de común acuerdo como su protector" (5). Paul Naudon rechaza con una frase un poco desdeñosa (6) esta opinión de Bazot que, evidentemente, al dar a la orden el único fin de la beneficencia olvida demasiado que la masonería es ante todo una técnica de realización espiritual. Es posible que el origen de la afirmación de Bazot sea -como dice P. Naudon (7) en el discurso de Ramsay-, que: "...nuestra orden (la masonería) se unió íntimamente con los caballeros de Jerusalén. Desde entonces nuestras logias llevan el nombre de logias de San Juan". Se trata, pues, de otra masonería distinta de la de los tres primeros grados, y si Bazot ha cometido un error es el de dar el patronazgo de San Juan de Jerusalén a las logias azules, en tanto que Ramsay quería hablar de otra masonería, es decir, de grados irlandeses o escoceses.
La única relación entre San Juan el Hospitalario o el Limosnero y los masones operativos se basa en un hecho referido por Rohrbacher. Se lee, en efecto, en este autor que San Juan el Limosnero, patriarca de Alejandría, envió inmensos recursos a Modesto, abate de San Teodoro, en Palestina, para reconstruir las iglesias destruidas en 615 por los árabes (8). En realidad, los santos patronos de la orden masónica son San Juan llamado el Precursor y San Juan el Evangelista, uno y otro en estrecho contacto con Janus, dios de los romanos, "dios de las corporaciones de artesanos o Collegia fabrorum que celebraban en su honor las dos fiestas solsticiales de invierno y verano" (9).
En el primer capítulo del Evangelio según San Lucas, Zacarías insiste mucho para explicar el nombre de su hijo, el futuro Precursor. Él dice que se llamará Juan, lo que anuncia la piedad y la misericordia que serán los caracteres mismos del bautista (10). Es necesario observar que en hebreo el nombre Juan se dice hanan, que significa a la vez beneficencia y misericordia, mérito, gracia, merced (esta última palabra tiene el sentido de "piedad" y no carece de interés señalar el papel de la orden de los Trinitarios u orden de la Piedad, orden de caballería destinada a rescatar a los cristianos caídos en las manos de los infieles y que constituye el grado 26º de los altos grados del rito escocés). Johanan significa simultáneamente "misericordia de Dios" y "loa de Dios", y esos dos sentidos se aplican, el primero al Bautista, el segundo al Evangelista. R. Guénon ha observado justamente sobre el caso "que la misericordia es por cierto descendente y la loa ascendente, lo que nos conduce aún a su relación con las dos mitades del ciclo anual" (11), es decir, con las fiestas solsticiales de San Juan de Invierno y de San Juan de Verano (27 de diciembre y 24 de junio).
San Juan Bautista es representado siempre vestido con un manto de color rojo, que es el símbolo del martirio (12), y en el baptisterio de Constantino, en la iglesia de San Juan de Letrán en Roma, se pueden ver alrededor de su estatua de plata siete siervos del mismo metal, "imagen de los siete dones del Espíritu Santo recibidos con el bautismo" (13). Se recordará a este respecto que nadie puede ser admitido en una logia de San Juan sin la presencia de siete masones. Un nexo aun más estrecho entre el escocismo y San Juan Bautista se observa en la iglesia de Santa María de las Fuentes de Lieja. Se ve en esta iglesia un fuerte bajo relieve de cobre el cual representa al Precursor bautizando al filósofo Cratón. La fuente bautismal descansa sobre doce bueyes, símbolo de los doce profetas de la antigua ley y de los doce apóstoles de la nueva ley (hay allí también una doble alegoría a la circuncisión y al bautismo). La fuente bautismal se convierte entonces en la imagen del mar de bronce que Salomón había consagrado a la entrada del Templo para purificarse, que es uno de los símbolos de un alto grado escocés (14).
San Juan Evangelista, "la loa de Dios", es representado en los vitrales de la Edad Media y en los Libros de las Horas con un hábito verde. En Bourges, él tiene una túnica verde y un manto rojo nimbado de oro. Se le ve bautizando por aspersión (es decir, vertiendo agua sobre la cabeza de los bautizados) almas representadas por personajes desnudos y asexuados. Por encima del Santo aparece Cristo rodeado de siete candelabros de oro, y el Salvador mantiene en una mano un libro cerrado por siete sellos, y en la otra el globo del mundo (15); la túnica verde es el símbolo de la caridad, y este color es igualmente el de ciertos números de grados escoceses, en especial el del Príncipe de la Misericordia, del que hablamos más arriba. La esmeralda, piedra preciosa también verde, es la joya atribuida al Evangelista. El número siete es el número propio de ambos santos (por ejemplo, en ciertas pinturas se puede ver al Evangelista rodeado de siete formas de iglesias, pues ese numero simboliza el misterio de que se rodean las verdades encerradas en el Libro Divino) (16). El águila "que se eleva, desde el primer impulso de su vuelo, hasta el seno de Dios, para expresar en términos consagrados el origen de su Verbo y el principio de la luz divina" (17), como el águila del Tetramorfo que al "planear igual que ésta por encima de todas las generaciones humanas cuando relata el nacimiento eterno del Verbo" (18), son las aves de San Juan, cuyo Evangelio se lee en cierto número de logias al iniciarse los trabajos. Existe una relación todavía más estrecha entre el Evangelio y la francmasonería cuando se observa, en el Apocalipsis, a Juan que recibe de un ángel una vara de una toesa con orden de medir el templo, excepto el espacio alrededor del tabernáculo, que era abandonado a los gentiles por Dios, los que deberían recorrer, en las tinieblas exteriores, ese espacio durante tres años y medio (19). Es necesario aproximar aquí a Juan, maestro de la iniciación y que preside la dirección del templo esotérico, con la logia que lleva su nombre, en la cual los profanos no pueden ser admitidos sino después de tres años de aprendizaje, cuando son recibidos como compañeros, único grado de la antigua masonería operativa. Más curiosa aún es esa cita de Dante -que quizá perteneció a los Fieles del Amor o a la Fraternidad de los Rosacruces- que muestra a Juan mártir, quien prueba así su amor a Dios, después de haberlo extraído del pecho del Celeste Pelícano (20). Nos resultaría fácil desarrollar las numerosas relaciones existentes entre la simbólica cristiana de Juan y las logias de San Juan, pero queremos llegar a los vínculos -y éste es el término iniciático exacto- que existen entre los dos San Juan y Janus.
Janus es Cluvius (el que lleva las llaves), al mismo tiempo que Patuleius (el obrero) y Clusius o Cluvisius, es decir, el que cierra (21). Se le denominaba también el Padre, y los sacerdotes salios lo invocaban como dios de los dioses. Janus era sobre todo el maestro de la iniciación, y Ovidio nos dice que nadie entraba en el cielo si él no abría la puerta (22), y Marcial expresa que él también iniciaba la marcha de las estaciones del año y de las revoluciones celestes, y de ahí su nombre Janitor, el portero del cielo (23). Más tarde, Janus se convirtió entre los romanos en el guía de las almas y el jefe de los Manes (Janus Bifrons) que él hacía remontar tres veces por año desde los infiernos al mundo superior, el 24 de agosto, el 5 de octubre y el 8 de noviembre (24).
Las fiestas solsticiales de Janus se convirtieron en las fiestas de San Juan de Invierno y San Juan de Verano. Dios de los artesanos constructores, es decir, de los hombres del oficio cuya iniciación desemboca en los pequeños misterios, Janus se cristianizó y devino el patrono bajo el nombre de dos santos (Juan) -que en suma no son más que dos modalidades de un solo y mismo ser- de las logias de los constructores de la Edad Media, que celebraban sus fiestas el 27 de diciembre y el 24 de junio. Esto es tan cierto que se puede ver en la iglesia de Saint-Remy en Reims un vitral donde figura "un San Juan que se podría llamar "sintético", que incluye en una sola figura al Precursor y al Evangelista, fusión subrayada por la presencia encima de la cabeza de dos tornasoles dirigidos en sentido opuesto (los dos solsticios), una especie de Janus cristiano en suma" (25). Nos parece del mismo modo útil mencionar que en el simbolismo masónico operativo que se ha trasmitido a la masonería anglosajona se halla una figuración de dos San Juan representada por un círculo que lleva en su centro un punto, círculo que ostenta dos tangentes paralelas. "Este círculo es considerado como una figura del ciclo anual, mientras que los puntos de contacto de esas dos tangentes, diametralmente opuestas una a la otra, corresponden entonces a los dos puntos solsticiales" (26). Ya hemos dicho que Janus poseía a menudo dos rostros (bifrons), muy raramente cuatro (27), y mencionaremos ese curioso ejemplo que muestra muy bien la relación de los dos rostros de Janus con los masones operativos. En la catedral de Nantes se puede admirar la tumba del duque de Bretaña, Francisco II, por Michel Colombe. En uno de los ángulos de la tumba se halla una estatua que representa la Prudencia. Se trata de una mujer de doble rostro: el de una joven y el de un anciano (alegoría de Janus). Ese personaje sostiene en una mano un espejo convexo que simboliza el microcosmos (el espejo fue introducido bastante tarde en el rito rectificado en el grado de compañero después de haber sido conocido en la Estricta Observancia, en 1782) y, en la otra, un compás (28). El escultor del siglo XVI ha sabido, pues, reunir perfectamente todos los símbolos iniciáticos: el de Janus, patrono de los constructores, y el compás, instrumento de los maestros masones. Más asombrosa aún esa madera grabada con el tratado de L'Azoth del alquimista Basile Valentín, donde se observa "a los píes de Atlas, que soporta la esfera cósmica, un busto de Janus -Prudencia- y un niño que deletrea el alfabeto -Simplicitas-" (29), que nos presenta a Janus como maestro de la iniciación ante el cosmos, es decir, la logia, y el niño que deletrea, el aprendiz que deberá -por el esfuerzo iniciático- reunir lo que está disperso, esto es, las letras que formarán las palabras sagradas, las palabras claves. Porque no se podría olvidar tampoco que Janus, dios de las puertas celestes y al que es consagrado el mes de enero, tiene entre sus atributos una llave, que simboliza el instrumento que permite abrir las puertas, las barreras, para llegar a un conocimiento más perfecto, más profundo del esoterismo (30). Esta llave se ha tornado un cetro en ciertas representaciones de Janus, siendo esos dos atributos también los de Cristo: "¡O Clavis David, et sceptrum domus Israel!... Tú eres, ¡oh Cristo esperado! la llave de David y el cetro de la casa de Israel. Tú abres, nadie puede cerrar; y cuando tú cierras nadie podría ya abrir..." (31). Este santo del oficio romano del 20 de diciembre, al mismo tiempo que el anuncio de la fiesta del Evangelista -el solsticio de invierno cuya puerta se abre con la llave de Janus-, canta la llegada del salvador que será bautizado por el Precursor y que dará a Pedro el poder de las llaves: la de oro y la de plata. Una y otra son las claves de los pequeños misterios y de los grandes misterios; ellas dan la entrada sobre los mundos temporal y espiritual. Pedro posee la llave de la salvación. Juan, después de Janus, lleva la llave de la liberación. Con este título él no puede ser más que el santo patrono de las logias masónicas, donde -al mismo tiempo que se trabaja para la fraternidad, el tiempo ideal- el iniciado tiende por un segundo nacimiento (la condición de maestro) a la realización integral, al retorno al Adán Kadmon primordial...
LA PIEDRA BRUTA Y LA PIEDRA TALLADA
La francmasonería, al devenir especulativa en 1717, perdió su apoyo técnico de realización operativa y espiritual. Los materiales, los instrumentos del oficio, se convirtieron, ya en imágenes materiales fijadas sobre el tapiz de la logia en los primeros y segundos grados (32), ya en imágenes mentales. De todas maneras, lo que la mano probaba tocar, el espíritu que actúa sobre la mano, participa desde entonces únicamente del dominio de lo mental. Tenemos aquí, sin duda, la consecuencia de una época en que la máquina iba a reemplazar de más en más a la acción humana.
La piedra bruta queda como uno de los símbolos fundamentales de la francmasonería. De manera general, los autores masónicos han transformado ese símbolo en una alegoría moral, muy a menudo utilitaria. Ellos asimilan el nuevo masón, el aprendiz, a una piedra bruta que le será necesario trabajar a él mismo y sobre sí mismo, mediante una tarea constante, puramente interior. Si nos colocamos sobre el plano metafísico, la piedra bruta (el aprendiz) es una individualidad (el yo) que deberá debastarse para llegar a la personalidad (el sí), es decir, para desembarazarse en fin de todas sus asperezas (la piedra tallada) e integrarse en el edificio global que forma la francmasoneria.
Si regresamos al plano operativo -y como hemos tenido ocasión de subrayarlo muchas veces aquí mismo-, las primeras construcciones se hacen de madera y el tránsito progresivo de ese primer modo de edificación al empleo de la piedra bruta, luego de la piedra tallada, no puede constituir, a los ojos de nuestros modernos contemporáneos, sino un progreso. Se trata también igualmente -puesto que se habla de construcciones, y por tanto de abrigo para los hombres- de una estabilización del modo de vida, o, si se quiere, de la concentración de los hombres espacial y temporalmente, es decir, del pasaje de la vida nómada a la vida sedentaria, lo que implica un cambio de tradiciones, "y además, cuando Israel pasa del primero de esos estados al segundo, la prohibición de elevar edificios de piedra tallada desapareció, porque ésta ya no tenía razón de ser; testimonio, la construcción del Templo de Salomón, que seguramente no fue una empresa profana a la cual se vincula, de modo simbólico por lo menos, el origen mismo de la masonería" (33).
La construcción en piedras brutas, luego en piedras talladas, puede dar al edificio más fuerza y más belleza, pero ella constituye al proyectarse sobre el plano tradicional una solidificación que refleja una especie de decadencia espiritual. No es menos cierto que la talla de la piedra bruta se realiza siempre según un rito, es decir, mediante una sacralización del trabajo que lleva a la glorificación no sólo de ese trabajo propio sino de Aquel que manda e inspira a los Obreros, todo lo cual se opera y se integra en un plan trazado por la divinidad. Se comprende que el trabajo efectuado sobre la piedra bruta para convertirla en piedra tallada no puede hacerse sino en una sociedad tradicional, lo que no es, por desgracia, el caso del mundo moderno contingente. Sólo en tal mundo se puede permitir la francmasonería ese trabajo de realización espiritual, pero únicamente sobre el plano mental, y esto porque la masonería, a pesar de su decadencia "especulativa", ha conservado la transmisión espiritual iniciática, y ritualiza mediante gestos y palabras el trabajo -antiguamente efectivo, y ahora sólo mental-. El compagnonnage, con la masonería, siguen siendo igualmente, en nuestros días, los únicos representantes eficaces de esos oficios antiguos que permitían al obrero iniciado realizar los trabajos sobre la piedra, sobre sí mismo y sobre el conjunto del cosmos.
La piedra constituye en sí un "potencial de fuerzas telúricas, y determina todo un ritual de arte sagrado. Para mostrar que el hombre se perfecciona, se le compara a una piedra que de estado bruto llega al estado tallado" (34). Es así que, en el curso de las edades, se adjudicó una particular importancia no sólo a la talla de la piedra bruta, sino a la colocación de la piedra finalmente debastada, no como se dice por lo general, en la masonería francesa, por el martillo y el cincel, sino por una boucharde, "especie de martillo en punta del que se sirven, en efecto, los talladores de piedra" (35). Hasta no hace mucho tiempo, por cierto, los masones de la región de Menton decían una plegaria cuando se colocaba la primera piedra; los de Namur la rociaban con una rama de arbusto previamente mojada en agua bendita (36). No es menos curioso señalar que en el siglo XIX aún, los masones del Bocage normando golpeaban la primera piedra colocada con una cuchara y un martillo; los del Franco Condado la golpeaban tres veces (37). La colocación de la primera piedra en el edificio se hacía siempre en el ángulo nordeste de la futura construcción acompañada de un ritual particular en cada región (38). De igual modo, en la francmasonería especulativa, el recién iniciado es colocado -piedra fundamental simbólica del edificio futuro- en el ángulo nordeste de la Logia. La mayor parte de los autores tratan de mostrar que la talla de la piedra bruta, es decir, el trabajo individual realizado por el aprendiz, se vincula a la idea absolutamente profana de libertad, mientras que la noción iniciática de Liberación convendría mucho mejor en este dominio. Aparece aquí el recuerdo de las lecciones masónicas del siglo último y la afirmación bien conocida y tajante: "El masón libre en la logia libre", de Oswald Wirth, que refleja un estado de espíritu individualista y profano, en tanto que la talla de la piedra bruta se efectúa en verdad por el individuo asociado, integrado en la asamblea de la comunidad de iniciados, puesto que -es necesario no olvidarlo- el trabajo de realización espiritual masónica no podría ser más que obra colectiva.
La francmasonería, al devenir especulativa en 1717, perdió su apoyo técnico de realización operativa y espiritual. Los materiales, los instrumentos del oficio, se convirtieron, ya en imágenes materiales fijadas sobre el tapiz de la logia en los primeros y segundos grados (32), ya en imágenes mentales. De todas maneras, lo que la mano probaba tocar, el espíritu que actúa sobre la mano, participa desde entonces únicamente del dominio de lo mental. Tenemos aquí, sin duda, la consecuencia de una época en que la máquina iba a reemplazar de más en más a la acción humana.
La piedra bruta queda como uno de los símbolos fundamentales de la francmasonería. De manera general, los autores masónicos han transformado ese símbolo en una alegoría moral, muy a menudo utilitaria. Ellos asimilan el nuevo masón, el aprendiz, a una piedra bruta que le será necesario trabajar a él mismo y sobre sí mismo, mediante una tarea constante, puramente interior. Si nos colocamos sobre el plano metafísico, la piedra bruta (el aprendiz) es una individualidad (el yo) que deberá debastarse para llegar a la personalidad (el sí), es decir, para desembarazarse en fin de todas sus asperezas (la piedra tallada) e integrarse en el edificio global que forma la francmasoneria.
Si regresamos al plano operativo -y como hemos tenido ocasión de subrayarlo muchas veces aquí mismo-, las primeras construcciones se hacen de madera y el tránsito progresivo de ese primer modo de edificación al empleo de la piedra bruta, luego de la piedra tallada, no puede constituir, a los ojos de nuestros modernos contemporáneos, sino un progreso. Se trata también igualmente -puesto que se habla de construcciones, y por tanto de abrigo para los hombres- de una estabilización del modo de vida, o, si se quiere, de la concentración de los hombres espacial y temporalmente, es decir, del pasaje de la vida nómada a la vida sedentaria, lo que implica un cambio de tradiciones, "y además, cuando Israel pasa del primero de esos estados al segundo, la prohibición de elevar edificios de piedra tallada desapareció, porque ésta ya no tenía razón de ser; testimonio, la construcción del Templo de Salomón, que seguramente no fue una empresa profana a la cual se vincula, de modo simbólico por lo menos, el origen mismo de la masonería" (33).
La construcción en piedras brutas, luego en piedras talladas, puede dar al edificio más fuerza y más belleza, pero ella constituye al proyectarse sobre el plano tradicional una solidificación que refleja una especie de decadencia espiritual. No es menos cierto que la talla de la piedra bruta se realiza siempre según un rito, es decir, mediante una sacralización del trabajo que lleva a la glorificación no sólo de ese trabajo propio sino de Aquel que manda e inspira a los Obreros, todo lo cual se opera y se integra en un plan trazado por la divinidad. Se comprende que el trabajo efectuado sobre la piedra bruta para convertirla en piedra tallada no puede hacerse sino en una sociedad tradicional, lo que no es, por desgracia, el caso del mundo moderno contingente. Sólo en tal mundo se puede permitir la francmasonería ese trabajo de realización espiritual, pero únicamente sobre el plano mental, y esto porque la masonería, a pesar de su decadencia "especulativa", ha conservado la transmisión espiritual iniciática, y ritualiza mediante gestos y palabras el trabajo -antiguamente efectivo, y ahora sólo mental-. El compagnonnage, con la masonería, siguen siendo igualmente, en nuestros días, los únicos representantes eficaces de esos oficios antiguos que permitían al obrero iniciado realizar los trabajos sobre la piedra, sobre sí mismo y sobre el conjunto del cosmos.
La piedra constituye en sí un "potencial de fuerzas telúricas, y determina todo un ritual de arte sagrado. Para mostrar que el hombre se perfecciona, se le compara a una piedra que de estado bruto llega al estado tallado" (34). Es así que, en el curso de las edades, se adjudicó una particular importancia no sólo a la talla de la piedra bruta, sino a la colocación de la piedra finalmente debastada, no como se dice por lo general, en la masonería francesa, por el martillo y el cincel, sino por una boucharde, "especie de martillo en punta del que se sirven, en efecto, los talladores de piedra" (35). Hasta no hace mucho tiempo, por cierto, los masones de la región de Menton decían una plegaria cuando se colocaba la primera piedra; los de Namur la rociaban con una rama de arbusto previamente mojada en agua bendita (36). No es menos curioso señalar que en el siglo XIX aún, los masones del Bocage normando golpeaban la primera piedra colocada con una cuchara y un martillo; los del Franco Condado la golpeaban tres veces (37). La colocación de la primera piedra en el edificio se hacía siempre en el ángulo nordeste de la futura construcción acompañada de un ritual particular en cada región (38). De igual modo, en la francmasonería especulativa, el recién iniciado es colocado -piedra fundamental simbólica del edificio futuro- en el ángulo nordeste de la Logia. La mayor parte de los autores tratan de mostrar que la talla de la piedra bruta, es decir, el trabajo individual realizado por el aprendiz, se vincula a la idea absolutamente profana de libertad, mientras que la noción iniciática de Liberación convendría mucho mejor en este dominio. Aparece aquí el recuerdo de las lecciones masónicas del siglo último y la afirmación bien conocida y tajante: "El masón libre en la logia libre", de Oswald Wirth, que refleja un estado de espíritu individualista y profano, en tanto que la talla de la piedra bruta se efectúa en verdad por el individuo asociado, integrado en la asamblea de la comunidad de iniciados, puesto que -es necesario no olvidarlo- el trabajo de realización espiritual masónica no podría ser más que obra colectiva.
LA PIEDRA ANGULAR
La tradición cristiana, de la que la francmasonería es una de las formas (esotéricas) más esenciales, adjudica mucha importancia a la piedra angular y a su simbolismo. Lo esencial de esta tradición reposa en la frase siguiente: "La piedra rechazada por aquellos que construían se ha convertido en la piedra principal del ángulo" (39). San Bernardo (40), hablando de la construcción del templo cristiano y de la sacralización [construcción y sacralización realmente efectuadas por los francmasones constructores de iglesias, detentores del secreto técnico y el secreto iniciático] exclamaba: "Es necesario que se cumplan en nosotros en forma espiritual los ritos de que materialmente han sido objeto esas murallas. Lo que los obispos han hecho en este edificio visible, es lo que Jesucristo, el pontífice de los bienes futuros, realiza cada día en nosotros de manera invisible... Nosotros entraremos en la morada que la mano del hombre no ha elevado, en la eterna morada de los cielos. Ella se construye con piedras vivientes, que son los ángeles y los hombres... Las piedras de este edificio están adheridas y unidas por cemento doble, el conocimiento perfecto y el amor perfecto" (41) (42). El simbolismo de la piedra angular es uno de los más difíciles para estudiar porque, voluntariamente o no, los autores lo confunden con el de la piedra fundamental, a causa del célebre Evangelio según San Mateo: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra yo edificaré mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella" (43). Se sigue de esto, sobre el plano cristiano, una confusión bastante molesta entre Pedro y Cristo, que es la piedra angular y no la piedra de la fundación del edificio. Jean Hani, en su interesante pero apresurado libro sobre "Le Symbolisme du Temple Chrétien", ha caído en esta confusión como muchos otros autores. Escribe en efecto: "Todo el ciclo cristiano se desarrolla en tres actos. Primer acto: Cristo viene a la tierra a colocar la "primera piedra" (44) o piedra de fundación que, en resumen, es Él mismo. Segundo acto: el edificio será terminado por la colocación de la verdadera piedra angular o clave de bóveda. Entonces todo el edificio sufrirá la transmutación gloriosa: las piedras se tornarán preciosas y resplandecientes, penetradas por la irradiación del oro divino que es su sustancia interior, y la ciudad celeste aparecerá en todo su esplendor...". Jean Hani (45), en su lirismo un tanto "sentimental", simplemente ha olvidado el texto tan importante de San Pablo: "Sois un edificio construido sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo Jesucristo mismo la principal piedra del ángulo (sumo angulari lapide) en que todo edificio construido y ligado en todas sus partes se eleva como un templo consagrado al Señor, por quien vosotros habéis entrado en su estructura para ser la morada de Dios en el Espíritu" (46). Se tendrá una excelente representación figurativa de lo que es realmente la "piedra angular" refiriéndose al manuscrito de Munich titulado "Speculum humanae Salvationis" (47), donde se puede advertir a "dos masones que sostienen una cuchara en una mano y en la otra levantan la piedra que ellos se aprestan a colocar en la cima de un edificio (aparentemente la torre de una iglesia que esta piedra debe completar). Hay que observar, a propósito de esta figura, que la piedra de que se trata, en tanto que clave de bóveda, o en toda otra función similar según la estructura del edificio que ella está destinada a "coronar", no puede, por su forma misma, ser colocada sino en lo alto (sin lo cual, por lo demás, es evidente que ella podría caer en el interior del edificio); así pues, ella representa de alguna manera la "piedra descendida del cielo", (48) expresión que se aplica exactamente al escrito, y que recuerda también la piedra del Grial (Lapsit exillis de Wolfram d'Ejschenbach, que puede interpretarse como Lapis ex caelis)... esta misma ilustración muestra la piedra bajo el aspecto de un objeto en forma de diamante, lo que la aproxima aún a la piedra del Grial, puesto que ésta es igualmente descrita como tallada en facetas" (49) (50). René Guénon ha observado con justicia que la "piedra angular", "tomada en su verdadero sentido de piedra "de la cima", es designada, a la vez, en inglés como keystone, como capstone (que se halla también escrita capestone) y como copestone (o copingstone)" (51). Capstone deriva, en efecto, del latín caput (cabeza), "lo que nos lleva a la designación de esta piedra como la "cabeza del ángulo"; es la piedra que "remata" o "corona" un edificio; es también un capitel, que es asimismo el "coronamiento" de una columna" (52). Terminamos de hablar de "acabamiento", y las dos palabras cap y chef son, en verdad, etimológicamente idénticas; capstone es, pues, la cabeza (chef) de un edificio o de la "obra", y en razón de su forma especial que requiere para tallarla conocimientos o aptitudes particulares, ella es también, al mismo tiempo, un chef d'oeuvre (obra maestra) en el sentido que la expresión tenía para los compañeros; "es la pieza por la cual el edificio queda completamente terminado, o, en otros términos, es llevado por fin a su perfección" (53). A la luz de lo que acabamos de informar, nos parece oportuno colocar ante los ojos de nuestros lectores lo que escribió en 1723 Anderson: "Finalmente, vosotros deberéis observar todas estas obligaciones, y también aquellas que os serán comunicadas de otra manera; cultivar el amor fraternal, el fundamento y la clave de arco, la base y la gloria de esta antigua confraternidad..." (54), lo que denota en él un conocimiento más profundo del esoterismo masónico que el que a menudo se pretende atribuirle. La clave de bóveda, la piedra angular, se adorna, en Notre-Dame del Fuerte en Etampes (Seine-et- Oise), con la imagen de los Cuatro Coronados, lo que subraya aún los vínculos existentes entre los francmasones iniciados y la tradición cristiana (55). A veces, la piedra angular no existe. Entonces, por encima del crucero se halla el occulum (el ojo de Dios), el orificio por donde la iglesia recibe la luz y cuya equivalencia se encuentra en la atalaya de los barcos, en la construcción de la cual se exigían ritos de consagración semejantes a los utilizados para la consagración de las iglesias.
En las logias masónicas, el occulum, clave de bóveda del templo a construir, está simbolizado por la plomada, instrumento de los hombres de oficio, que pende del techo y en medio del taller. Es decir, que la piedra angular es uno de los símbolos más interesantes tanto de la masonería operativa como de la masonería especulativa; aun sería necesario establecer la distinción primordial existente entre el "carré long" (cuadrado largo), representación de la logia, y la clave de bóveda o el occulum, circular, que simboliza la tierra y el cielo, lo que corresponde a dos estados iniciáticos diferentes: los de la Square Masonry (masonería del cuadrado) y la Arch Masonry (masonería de la bóveda) "que por sus relaciones respectivas con la tierra y el cielo o con las partes del edificio que las representan (la forma cuadrada, parte inferior del templo, y la bóveda o semiesfera) aparecen aquí en relación con los "pequeños misterios" y los "grandes misterios" (56). Ella prueba con evidencia que la masonería azul (o de los tres primeros grados) equivale a la iniciación basada sobre el oficio de constructor, mientras que la masonería llamada de los altos grados, prolongación obligatoria de aquella, desemboca en una iniciación de orden diferente y más profundo, pero que no podría realizarse sin la pertenencia a los tres primeros grados masónicos.
La tradición cristiana, de la que la francmasonería es una de las formas (esotéricas) más esenciales, adjudica mucha importancia a la piedra angular y a su simbolismo. Lo esencial de esta tradición reposa en la frase siguiente: "La piedra rechazada por aquellos que construían se ha convertido en la piedra principal del ángulo" (39). San Bernardo (40), hablando de la construcción del templo cristiano y de la sacralización [construcción y sacralización realmente efectuadas por los francmasones constructores de iglesias, detentores del secreto técnico y el secreto iniciático] exclamaba: "Es necesario que se cumplan en nosotros en forma espiritual los ritos de que materialmente han sido objeto esas murallas. Lo que los obispos han hecho en este edificio visible, es lo que Jesucristo, el pontífice de los bienes futuros, realiza cada día en nosotros de manera invisible... Nosotros entraremos en la morada que la mano del hombre no ha elevado, en la eterna morada de los cielos. Ella se construye con piedras vivientes, que son los ángeles y los hombres... Las piedras de este edificio están adheridas y unidas por cemento doble, el conocimiento perfecto y el amor perfecto" (41) (42). El simbolismo de la piedra angular es uno de los más difíciles para estudiar porque, voluntariamente o no, los autores lo confunden con el de la piedra fundamental, a causa del célebre Evangelio según San Mateo: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra yo edificaré mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella" (43). Se sigue de esto, sobre el plano cristiano, una confusión bastante molesta entre Pedro y Cristo, que es la piedra angular y no la piedra de la fundación del edificio. Jean Hani, en su interesante pero apresurado libro sobre "Le Symbolisme du Temple Chrétien", ha caído en esta confusión como muchos otros autores. Escribe en efecto: "Todo el ciclo cristiano se desarrolla en tres actos. Primer acto: Cristo viene a la tierra a colocar la "primera piedra" (44) o piedra de fundación que, en resumen, es Él mismo. Segundo acto: el edificio será terminado por la colocación de la verdadera piedra angular o clave de bóveda. Entonces todo el edificio sufrirá la transmutación gloriosa: las piedras se tornarán preciosas y resplandecientes, penetradas por la irradiación del oro divino que es su sustancia interior, y la ciudad celeste aparecerá en todo su esplendor...". Jean Hani (45), en su lirismo un tanto "sentimental", simplemente ha olvidado el texto tan importante de San Pablo: "Sois un edificio construido sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo Jesucristo mismo la principal piedra del ángulo (sumo angulari lapide) en que todo edificio construido y ligado en todas sus partes se eleva como un templo consagrado al Señor, por quien vosotros habéis entrado en su estructura para ser la morada de Dios en el Espíritu" (46). Se tendrá una excelente representación figurativa de lo que es realmente la "piedra angular" refiriéndose al manuscrito de Munich titulado "Speculum humanae Salvationis" (47), donde se puede advertir a "dos masones que sostienen una cuchara en una mano y en la otra levantan la piedra que ellos se aprestan a colocar en la cima de un edificio (aparentemente la torre de una iglesia que esta piedra debe completar). Hay que observar, a propósito de esta figura, que la piedra de que se trata, en tanto que clave de bóveda, o en toda otra función similar según la estructura del edificio que ella está destinada a "coronar", no puede, por su forma misma, ser colocada sino en lo alto (sin lo cual, por lo demás, es evidente que ella podría caer en el interior del edificio); así pues, ella representa de alguna manera la "piedra descendida del cielo", (48) expresión que se aplica exactamente al escrito, y que recuerda también la piedra del Grial (Lapsit exillis de Wolfram d'Ejschenbach, que puede interpretarse como Lapis ex caelis)... esta misma ilustración muestra la piedra bajo el aspecto de un objeto en forma de diamante, lo que la aproxima aún a la piedra del Grial, puesto que ésta es igualmente descrita como tallada en facetas" (49) (50). René Guénon ha observado con justicia que la "piedra angular", "tomada en su verdadero sentido de piedra "de la cima", es designada, a la vez, en inglés como keystone, como capstone (que se halla también escrita capestone) y como copestone (o copingstone)" (51). Capstone deriva, en efecto, del latín caput (cabeza), "lo que nos lleva a la designación de esta piedra como la "cabeza del ángulo"; es la piedra que "remata" o "corona" un edificio; es también un capitel, que es asimismo el "coronamiento" de una columna" (52). Terminamos de hablar de "acabamiento", y las dos palabras cap y chef son, en verdad, etimológicamente idénticas; capstone es, pues, la cabeza (chef) de un edificio o de la "obra", y en razón de su forma especial que requiere para tallarla conocimientos o aptitudes particulares, ella es también, al mismo tiempo, un chef d'oeuvre (obra maestra) en el sentido que la expresión tenía para los compañeros; "es la pieza por la cual el edificio queda completamente terminado, o, en otros términos, es llevado por fin a su perfección" (53). A la luz de lo que acabamos de informar, nos parece oportuno colocar ante los ojos de nuestros lectores lo que escribió en 1723 Anderson: "Finalmente, vosotros deberéis observar todas estas obligaciones, y también aquellas que os serán comunicadas de otra manera; cultivar el amor fraternal, el fundamento y la clave de arco, la base y la gloria de esta antigua confraternidad..." (54), lo que denota en él un conocimiento más profundo del esoterismo masónico que el que a menudo se pretende atribuirle. La clave de bóveda, la piedra angular, se adorna, en Notre-Dame del Fuerte en Etampes (Seine-et- Oise), con la imagen de los Cuatro Coronados, lo que subraya aún los vínculos existentes entre los francmasones iniciados y la tradición cristiana (55). A veces, la piedra angular no existe. Entonces, por encima del crucero se halla el occulum (el ojo de Dios), el orificio por donde la iglesia recibe la luz y cuya equivalencia se encuentra en la atalaya de los barcos, en la construcción de la cual se exigían ritos de consagración semejantes a los utilizados para la consagración de las iglesias.
En las logias masónicas, el occulum, clave de bóveda del templo a construir, está simbolizado por la plomada, instrumento de los hombres de oficio, que pende del techo y en medio del taller. Es decir, que la piedra angular es uno de los símbolos más interesantes tanto de la masonería operativa como de la masonería especulativa; aun sería necesario establecer la distinción primordial existente entre el "carré long" (cuadrado largo), representación de la logia, y la clave de bóveda o el occulum, circular, que simboliza la tierra y el cielo, lo que corresponde a dos estados iniciáticos diferentes: los de la Square Masonry (masonería del cuadrado) y la Arch Masonry (masonería de la bóveda) "que por sus relaciones respectivas con la tierra y el cielo o con las partes del edificio que las representan (la forma cuadrada, parte inferior del templo, y la bóveda o semiesfera) aparecen aquí en relación con los "pequeños misterios" y los "grandes misterios" (56). Ella prueba con evidencia que la masonería azul (o de los tres primeros grados) equivale a la iniciación basada sobre el oficio de constructor, mientras que la masonería llamada de los altos grados, prolongación obligatoria de aquella, desemboca en una iniciación de orden diferente y más profundo, pero que no podría realizarse sin la pertenencia a los tres primeros grados masónicos.
LA CADENA DE UNIÓN
Los francmasones llaman houppe dentelée a una cuerda de nudos que rodea el "Cuadro de aprendiz" y el "Cuadro de compañero". Esta "expresión parece impropia, afirma J. Boucher, pero ella está sin embargo consagrada por el uso. Se trata de una cuerda que forma nudos llamados lazos de amor y terminada por un nudo en cada extremidad" (57). Esos nudos están entrelazados, y sin interrumpirse forman la cuerda anudada de nuestros templos; son la imagen de la unión fraternal que liga mediante una cadena indisoluble a todos los masones del globo, sin distinción de sectas ni de condición. Su entrelazamiento simboliza también el secreto que debe rodear nuestros misterios. Su extensión circular y sin interrupción indica que el Imperio de la masonería, o el reino de la virtud, comprende el universo en cada logia. La cuerda anudada recuerda las bandas amarillas, verdes, azules y blancas de los templos egipcios, y las bandas blancas, rojas y azules de las antiguas iglesias de Francia, sobre las cuales los señores representantes de la justicia aplicaban sus escudos, y que en esos monumentos sagrados, destinados a un culto solar, representaban el zodíaco" (58). Se reconoce aquí toda la redundancia sentimental de J. M. Ragon, sin olvidar, como en la mayor parte de los masones de su tiempo, la proximidad abusiva a la simbólica egipcia, entonces por completo nueva para los occidentales, y se recordará con provecho que Ragon fue uno de los más altos dignatarios de la Orden de Misraim antes de separarse de ella con estrépito (59). También es sentimental la interpretación de Plantagenet: "La cuerda anudada simboliza la fraternidad que une a todos los masones, y en este sentido es una reproducción permanente y material de la cadena de Unión" (60). Más precisa, pero sin gran valor iniciático, es la opinión de Wirth: "Un lambrequín orleado forma un friso y lleva una cuerda terminada por cuerdas que se unen cerca de las columnas J. y B. Este ornamento ha sido impropiamente llamado cuerda anudada. La cuerda se anuda en intervalos designados lazos de amor, y representa así la Cadena de Unión que vincula a todos los masones. Los nudos pueden ser hasta doce para corresponder a los signos del Zodíaco" (61). Más simplista aún, E. F. Bazot define la cuerda anudada como "un cordón que ostenta un nudo en cada uno de sus extremos. Vínculo de fraternidad que une a todos los masones" (62), sosteniendo que la Cadena de Unión "no se forma ordinariamente sino en dos casos, cuando la comunicación de las palabras semestrales (63) y en ocasión de los banquetes. Es el momento de reunirse en círculo tomados de la mano" (64).
Por otra parte, los compañeros proceden igualmente en la ceremonia llamada por ellos cadena de alianza. R. Vergez, llamado el bearnés, el amigo de la Tour de France, nos informa en un artículo reciente que en 1861, a raíz de un accidente mortal acontecido en Notre Dame de Paris, "...más de quinientos compañeros fueron a formar la cadena de la alianza alrededor de la catedral, y el canónigo de Notre Dame de París dijo para ellos la misa de difuntos" (65). Esta observación muy interesante parece confirmar la opinión de quienes consideran la cadena de unión como una representación del "cordón del cual los masones operativos se servían para trazar y delimitar el contorno de un edificio" (66), y R. Guénon, al mostrar que la logia masónica es una representación simbólica del cosmos, ha tenido cuidado de indicar que todo emplazamiento de un edificio tradicional debía estar encuadrado y que "el rastro "materializado" por el cordón representaba propiamente hablando una proyección terrestre" (67). Así, la cadena de unión sería la proyección celeste del cordón terrestre, que formaría sobre el muro de la logia un encuadramiento situado sobre un plano que, con toda evidencia, no pertenecería a las tres dimensiones conocidas. La cadena de unión, cordón proyectado al infinito, está materializada sobre el muro de la logia por la imagen de una cuerda que se cruza y vuelve a cruzarse en doce nudos (por lo menos teóricamente si se juzga por las representaciones en cierto modo fantasiosas del tapiz de la logia) llamados Lazos de amor. R. Guénon se pregunta si ese nombre bastante curioso no es el fruto de la civilización del siglo dieciocho, subrayando que hay quizá en esta denominación poética "un vestigio de algo que se remonta mucho más lejos, y que podría aun vincularse casi directamente con el simbolismo de los Fieles del Amor" (68).
Sin ir tan lejos, recordaremos que en los siglos XII y XIII las cartas amistosas o amorosas llevan los sellos particulares de los autores, y que tales sellos -a menudo muy numerosos- son agregados al documento por ornamentos de seda verde llamados "lazos de amor". Si se quiere por cierto admitir el simbolismo del color verde y su noción de esperanza, se puede quizá ver en los lazos de amor de la cadena de unión la esperanza alentada por los masones de comprobar en el curso del tiempo la llegada de futuros hermanos iniciados que ocuparían su lugar en esta cadena universal; el lugar de tales recién llegados estará obligatoriamente entre las columnas del templo, hacia el oeste, allá donde penden justo en el infinito las dos cuerdas anudadas. Pero R. Guénon subraya con razón que la cadena de unión, al formar un cuadro en el templo masónico, imagen del cosmos, tiene "por función principal la de mantener en su lugar los diversos elementos que contiene o encierra en su interior, de modo de formar un todo ordenado, lo que por lo demás es, como se sabe, la significación etimológica misma de la palabra cosmos" (69).
Habría lugar para terminar con este tema diciendo algunas palabras sobre los laberintos que adornan aún cierto número de iglesias o de catedrales. Esos rastros de piedras de colores diferentes de los del pavimento y que se pueden ver aún en Chartres "ofrecen evidentemente una similitud extraña con la cadena de unión masónica" (70). R. Guénon se engaña, sin embargo, cuando escribe que los laberintos medievales "son igualmente considerados como constituyendo una "firma colectiva" de las corporaciones de constructores" (71), porque se conoce la mayor parte de los nombres de aquellos que edificaron o hicieron edificar esos laberintos, y a veces -como en Chartres- la efigie del maestro de obra se halla colocada en el centro del trazado.
El problema tan interesante de los laberintos ha suscitado estudios muy numerosos (72), por desgracia muy a menudo escritos de manera por completo profana. Para nosotros, el trazado del laberinto sobre el suelo del edificio consagrado, en ocasiones llamado "camino de Jerusalén" y cuyo recorrido (se hacía de rodillas), reemplazaba el peregrinaje a Tierra Santa (Guénon ha observado que en Saint Omer "'el centro [del laberinto] contenía una representación del templo de Jerusalén") (73) y se proyectaba sobre el muro de la iglesia (a veces, corno lo hemos dicho en nuestras notas, en el exterior de éste) y en consecuencia sobre el muro de la logia. La cadena de unión sería entonces la proyección de la obra colectiva de los masones, el encuadramiento tradicional de la logia y también el símbolo de la edificación futura del templo de Salomón.
Se ve, pues, que en ese símbolo, como en muchos otros, no hay necesidad de hallar una explicación moral o sentimental, ya que el simbolismo no tiene en verdad nada que ver con esta clase de cosas, puesto que él se basta a sí mismo por su naturaleza trascendente, pero también inmanente para todos aquellos que poseen alguna noción tradicional que no esté velada por ninguna especulación humana "inventada" a partir del siglo XVIII (74).
Los francmasones llaman houppe dentelée a una cuerda de nudos que rodea el "Cuadro de aprendiz" y el "Cuadro de compañero". Esta "expresión parece impropia, afirma J. Boucher, pero ella está sin embargo consagrada por el uso. Se trata de una cuerda que forma nudos llamados lazos de amor y terminada por un nudo en cada extremidad" (57). Esos nudos están entrelazados, y sin interrumpirse forman la cuerda anudada de nuestros templos; son la imagen de la unión fraternal que liga mediante una cadena indisoluble a todos los masones del globo, sin distinción de sectas ni de condición. Su entrelazamiento simboliza también el secreto que debe rodear nuestros misterios. Su extensión circular y sin interrupción indica que el Imperio de la masonería, o el reino de la virtud, comprende el universo en cada logia. La cuerda anudada recuerda las bandas amarillas, verdes, azules y blancas de los templos egipcios, y las bandas blancas, rojas y azules de las antiguas iglesias de Francia, sobre las cuales los señores representantes de la justicia aplicaban sus escudos, y que en esos monumentos sagrados, destinados a un culto solar, representaban el zodíaco" (58). Se reconoce aquí toda la redundancia sentimental de J. M. Ragon, sin olvidar, como en la mayor parte de los masones de su tiempo, la proximidad abusiva a la simbólica egipcia, entonces por completo nueva para los occidentales, y se recordará con provecho que Ragon fue uno de los más altos dignatarios de la Orden de Misraim antes de separarse de ella con estrépito (59). También es sentimental la interpretación de Plantagenet: "La cuerda anudada simboliza la fraternidad que une a todos los masones, y en este sentido es una reproducción permanente y material de la cadena de Unión" (60). Más precisa, pero sin gran valor iniciático, es la opinión de Wirth: "Un lambrequín orleado forma un friso y lleva una cuerda terminada por cuerdas que se unen cerca de las columnas J. y B. Este ornamento ha sido impropiamente llamado cuerda anudada. La cuerda se anuda en intervalos designados lazos de amor, y representa así la Cadena de Unión que vincula a todos los masones. Los nudos pueden ser hasta doce para corresponder a los signos del Zodíaco" (61). Más simplista aún, E. F. Bazot define la cuerda anudada como "un cordón que ostenta un nudo en cada uno de sus extremos. Vínculo de fraternidad que une a todos los masones" (62), sosteniendo que la Cadena de Unión "no se forma ordinariamente sino en dos casos, cuando la comunicación de las palabras semestrales (63) y en ocasión de los banquetes. Es el momento de reunirse en círculo tomados de la mano" (64).
Por otra parte, los compañeros proceden igualmente en la ceremonia llamada por ellos cadena de alianza. R. Vergez, llamado el bearnés, el amigo de la Tour de France, nos informa en un artículo reciente que en 1861, a raíz de un accidente mortal acontecido en Notre Dame de Paris, "...más de quinientos compañeros fueron a formar la cadena de la alianza alrededor de la catedral, y el canónigo de Notre Dame de París dijo para ellos la misa de difuntos" (65). Esta observación muy interesante parece confirmar la opinión de quienes consideran la cadena de unión como una representación del "cordón del cual los masones operativos se servían para trazar y delimitar el contorno de un edificio" (66), y R. Guénon, al mostrar que la logia masónica es una representación simbólica del cosmos, ha tenido cuidado de indicar que todo emplazamiento de un edificio tradicional debía estar encuadrado y que "el rastro "materializado" por el cordón representaba propiamente hablando una proyección terrestre" (67). Así, la cadena de unión sería la proyección celeste del cordón terrestre, que formaría sobre el muro de la logia un encuadramiento situado sobre un plano que, con toda evidencia, no pertenecería a las tres dimensiones conocidas. La cadena de unión, cordón proyectado al infinito, está materializada sobre el muro de la logia por la imagen de una cuerda que se cruza y vuelve a cruzarse en doce nudos (por lo menos teóricamente si se juzga por las representaciones en cierto modo fantasiosas del tapiz de la logia) llamados Lazos de amor. R. Guénon se pregunta si ese nombre bastante curioso no es el fruto de la civilización del siglo dieciocho, subrayando que hay quizá en esta denominación poética "un vestigio de algo que se remonta mucho más lejos, y que podría aun vincularse casi directamente con el simbolismo de los Fieles del Amor" (68).
Sin ir tan lejos, recordaremos que en los siglos XII y XIII las cartas amistosas o amorosas llevan los sellos particulares de los autores, y que tales sellos -a menudo muy numerosos- son agregados al documento por ornamentos de seda verde llamados "lazos de amor". Si se quiere por cierto admitir el simbolismo del color verde y su noción de esperanza, se puede quizá ver en los lazos de amor de la cadena de unión la esperanza alentada por los masones de comprobar en el curso del tiempo la llegada de futuros hermanos iniciados que ocuparían su lugar en esta cadena universal; el lugar de tales recién llegados estará obligatoriamente entre las columnas del templo, hacia el oeste, allá donde penden justo en el infinito las dos cuerdas anudadas. Pero R. Guénon subraya con razón que la cadena de unión, al formar un cuadro en el templo masónico, imagen del cosmos, tiene "por función principal la de mantener en su lugar los diversos elementos que contiene o encierra en su interior, de modo de formar un todo ordenado, lo que por lo demás es, como se sabe, la significación etimológica misma de la palabra cosmos" (69).
Habría lugar para terminar con este tema diciendo algunas palabras sobre los laberintos que adornan aún cierto número de iglesias o de catedrales. Esos rastros de piedras de colores diferentes de los del pavimento y que se pueden ver aún en Chartres "ofrecen evidentemente una similitud extraña con la cadena de unión masónica" (70). R. Guénon se engaña, sin embargo, cuando escribe que los laberintos medievales "son igualmente considerados como constituyendo una "firma colectiva" de las corporaciones de constructores" (71), porque se conoce la mayor parte de los nombres de aquellos que edificaron o hicieron edificar esos laberintos, y a veces -como en Chartres- la efigie del maestro de obra se halla colocada en el centro del trazado.
El problema tan interesante de los laberintos ha suscitado estudios muy numerosos (72), por desgracia muy a menudo escritos de manera por completo profana. Para nosotros, el trazado del laberinto sobre el suelo del edificio consagrado, en ocasiones llamado "camino de Jerusalén" y cuyo recorrido (se hacía de rodillas), reemplazaba el peregrinaje a Tierra Santa (Guénon ha observado que en Saint Omer "'el centro [del laberinto] contenía una representación del templo de Jerusalén") (73) y se proyectaba sobre el muro de la iglesia (a veces, corno lo hemos dicho en nuestras notas, en el exterior de éste) y en consecuencia sobre el muro de la logia. La cadena de unión sería entonces la proyección de la obra colectiva de los masones, el encuadramiento tradicional de la logia y también el símbolo de la edificación futura del templo de Salomón.
Se ve, pues, que en ese símbolo, como en muchos otros, no hay necesidad de hallar una explicación moral o sentimental, ya que el simbolismo no tiene en verdad nada que ver con esta clase de cosas, puesto que él se basta a sí mismo por su naturaleza trascendente, pero también inmanente para todos aquellos que poseen alguna noción tradicional que no esté velada por ninguna especulación humana "inventada" a partir del siglo XVIII (74).
NOTAS:
1. Cap. IX de "La Franc-Maçonnerie", Paris, Payot. Trad. castellana de A. Llanos: "La Franc-Masonería", Buenos Aires, Ed. Dédalo, 1975.2. Abate Auber, "Histoire et théorie du Symbolisme avant et après le Christianisme", París y Poitiers, 1870, t. I.3. "La Maçonnerie disséqué", por S. Prichard (1730), trad. del inglés y publicado por la logia de la Perfecta inteligencia y la Estrella reunidas, Lieja, 1930.4. "L'Ordre des Francs-Maçons trahí et leur secret révelé", 1ª ed., 1742 (libro atribuido al abate Perau). La referencia de P. Naudon ("Les loges de Saint Jean et la philosophie ésotérique de la connaissance", París, Dervy, 1957) es extraída de una edición muy posterior.5. E. F. Bazot, "Manuel du Franc-Maçon", París, 1812.6. P. Naudon, ob. cit., "esta leyenda es quizá emocionante. Su valor histórico es nulo y esotéricamente no vale más".7. P. Naudon, ob. cit.8. Rohrbacher, "Histoire universelle de l'Eglise catholique", libro 48, año 615. Es además a lo que hace alusión Bazot cuando habla de los masones cuyos templos "había erigido" San Juan de Jerusalén.9. R. Guénon, "Quelques aspects du symbolisme de Janus", en "Voile d'Isis", julio de 1929, reimpreso en "Symboles fondamentaux de la science sacrée", París, 1962.10. Cf. San Isidoro Hispal, "Etymologiarum", libro VII, cap VI, citado por Migne, "Patrologie", t. III.11. R. Guénon, "A propos des deux Saint Jean", en "Études Trad.", junio de 1949, y en "Symboles fondamentaux". Guénon observa no sin fineza que las figuras populares de "Juan que llora" y "Juan que ríe" equivalen (al mismo tiempo que las dos figuras de Janus), la primera "a quien implora la misericordia de Dios, es decir, Juan Bautista", y la segunda a "la de quien le dirige elogios, es decir, Juan Evangelista".12. En el rito escocés el delantal de los maestros está bordado de rojo, color del martirio de San Juan (?) o de Hiram (?) o de otro personaje (?). Podría realizarse sobre esto un estudio muy sugestivo sobre el cual quizá volveremos un día cercano.13. Abate Auber, "Histoire et théorie du svmbolisme religieux avant et aprés le christianisme", París y Poitiers, 1870.14. 14º grado del escocismo: Gran escocés de la bóveda sagrada de Jacques II, "hacia el oeste un gran vaso o recipiente de bronce, lleno de agua" (J. M. Ragon, "Tuileur général ou Manuel de l'lnitié"). Se halla en la "Légende dorée" (degüello de San Juan Bautista) una historia bien curiosa relativa a la cabeza del santo y a una gruta que podría tener cierta relación con los grados de "venganza salomónica", cuyo origen significaría algo mucho más profundo que la interpretación habitual de los rituales practicados desde el siglo XVIII.15. R. P. Cahier, "Monographie des vitraux de Bourges", VII.16. Cf. Apocalipsis, cap. V.17. Abate Auber, ob. cit., t. II.18. Idem, ob. cit., t. III.19. Apocalipsis, cap. XI.20. Dante, Paraíso, 28, 58.21. Ovidio, "Fastes", I, vers. 99 y ss.22. Ovidio, "Fastes", I, vers. 102 y ss.23. Marcial, "Epigramas", 1.24. Cf. G. Lanoé-Villenes, "Le Livre des Symboles", París, 1930.25. J Hani, "Le symbolisme du temple chrétien", París, La Colombe, 1962.26. R. Guénon, "Le Symbolisme solsticial de Janus", en "Symboles fondamentaux".27. Creuzer, "Symbolisme religieux de l'Italie", t. III.28. Se puede ver una buena reproducción de esta estatua en Fulcanelli, "Les demeures philosophales", París, 1960, t. II.29. Fulcanelli, ob. cit.30. En la época de los reyes, la llave era el atributo de los chambelanes. Muchas llaves figuran en la heráldica, y por ejemplo en el blasón de los condes de Clermont-Tonerre, de los cuales uno fue el sucesor del duque de Antin en la gran maestría de la orden masónica del siglo XVIII.31. Breviario romano, oficio del 20 de diciembre.32. Cf. cap 1, nota 57.33. R. Guénon, "Pierre bruta et pierre taillé", en "Études Trad.", sept. de 1949.34. J. P. Bayard, "Le Monde Souterrain", París, Flammarion, 1961.35. Cf. Plantagenet, "Causeries en chambre de Compagnons", y J. Boucher, "La Symbolique maçonnique".36. P. Sébillot, "Le Folk-Iore de France", t. IV, París, Guilmoto, 1907.37. P. Sébillot, "Légendes et Curiosités des Métiers", París, Flammarion, s/f. Ver también: "Folk-Iore, littérature orate et ethnographique traditionelle", Paris, 1913.38. Cf. P. Sébillot, Id. Es interesante observar "que las hachas de piedra pulida son colocadas bajo los cimientos en diversas regiones de Francia" (ob. cit.), sobre todo si se sabe que en masonería la piedra cúbica en punta que representa al compañero es a menudo compuesta de un hacha, ésta, por lo demás, instrumento propio de la masonería forestal, que simboliza el fuego purificador que es uno de los atributos de San Juan, bajo cuyo patronato se colocan las logias masónicas (cf. J. Boucher, ob. cit.). Sobre la piedra cúbica, ver R. Guénon, "Pierre noire et pierre cubique", en "Études Trad.", diciembre de 1947. R. Guénon advierte con mucha fineza que "la piedra cúbica es esencialmente una piedra fundamental; ella es, pues, terrestre, como lo indica, además, su forma y, asimismo, la idea de estabilidad expresada por esta forma se adecua a la función de Cibeles en tanto que Tierra-Madre, es decir, como representante del principio sustancial de la manifestación universal. Por esta causa, desde el punto de vista simbólico, la relación de Cibeles con el "cubo" no debe rechazarse enteramente, en tanto que convergencia fonética; pero, por cierto, no es una razón para querer extraer de ella una etimología ni para identificar con la piedra cúbica una piedra negra que era cónica en realidad. Hay sólo un caso particular en el cual existe cierta relación entre la piedra negra y la piedra cúbica; aquel en que esta última es, no una de las piedras fundamentales colocadas en los cuatro ángulos de un edificio, sino la piedra sheliyah que ocupa el centro de la base de éste, correspondiente al punto de caída de la piedra negra, como sobre el mismo eje vertical; pero en su extremidad opuesta, la piedra angular o piedra del sueño, que, por el contrario, no es una forma cúbica, corresponde a la situación "celeste" inicial y final de esta misma piedra negra (ob. cit.).39. Salmos, CXVIII, 22; San Mateo, XXI, 42; San Marcos, XII, 10; San Lucas, XX, 17.40. Sobre San Bernardo y el gran papel representado por ese santo en la iglesia de Pedro y sobre todo en la iglesia de Juan, ver R. Guénon, "Saint Bernard", París, 1929, 1951 y 1959.41. La definición de San Bernardo se aplica perfectamente también a la obra de la francmasonería que dirige los trabajos de sus miembros en función de su realización espiritual por la mediación de símbolos tomados al oficio de constructor y que tiende a darles por los conocimientos esotéricos el amor que es al mismo tiempo fraternidad y conocimiento. No se debe olvidar que ciertos talleres superiores de la masonería escocesa se llaman talleres de perfección, lo que no tiene el sentido puramente moral que quieren darle ciertos masones. No se trata, en esos talleres, de estudiar la filosofía moderna - que no puede ser sino profana y por tanto destituida de todo interés iniciático-, sino de meditar sobre la sofía tradicional.42. Citado por J. Hani, "Le Symbolisme du temple chrétien", Paris, 1962.43. San Mateo, XVI, 18.44. Subrayado en el texto.45. J. Hani, ob. cit.46. Epístola a los efesios, II, 20-22.47. Clm. 146, folio 35 (Lutz et Perdrizet, t. II). Erwin Panofski ha reproducido ese dibujo en "Art. Bulletin", t. XVII. También en "Symboles fondamentaux...", París, 1962.48. Nos parece muy sugestivo aproximar ese texto de la decoración de la logia real de perfección del 13º grado escocés (Royal Arche, cuyo nombre mismo es muy significativo). Cf. "Memento des Grades de Pefection", París, 1927, y el ritual del Mark-Mason (maestro). El perfecto maestro se dirige al postulante y le declara: "¿Por qué, hermano, habéis tenido la intención de engañarnos? ¿o más bien seríais un obrero que, sin reflexión, vendría a presentarnos una de las creaciones más informes de la naturaleza en lugar de una obra acabada... una obra maestra, en una palabra? Este taller no puede estar sino indignado por vuestra conducta culpable y no debe pensar con razón que habéis pretendido atraer su atención sobre un objeto cualquiera a fin de ocultarle vuestro poco celo y ciencia: si experimentáis aquí la recepción que tanta insolencia merece, seréis al instante expulsado del templo y declarado indigno de poseer jamás el sublime grado de Mark-Mason. Esta piedra informe que llamáis una obra maestra es una producción imperfecta y vasta de las manos de la naturaleza, semejante al hombre que no ha sido aún modelado por el trabajo y la educación -que es desdeñado- hasta que sus facultades se desarrollen. Esta piedra, que no ha recibido ningún mejoramiento que el cincel del artista puede darle y de donde puede nacer quizá una obra maestra, producida por su trabajo y su talento, debe ser arrojada a un lado. Entonces el perfecto maestro agrega estas palabras: "Eve over..., y lanza esta piedra detrás de si..." (citado por P. Mariel, "Rituel des sociétés secrets", París, 1961). Por otra parte, las letras I.V.I.O.L. bordadas sobre el cordón del gran tesorero del grado 13º escocés (cf. Ragon, ob. cit.) están en estrecha relación con la clave de bóveda que representa a Cristo y al león, símbolo igualmente del Salvador (cf. Abate Auber, ob, cit., t. III).49. Se advierte que la idea del Grial y de su simbolismo está en todas partes presente en los altos grados del escocismo y aun en los talleres de perfección. A las facetas de la clave de bóveda se adhiere la designación de piedra de arista que significa el mismo objeto, y sobre la cual existen leyendas bastante curiosas, tales como la de la iglesia de Châtel-Montagne en Bourbonnais, que fue, se dice, construida por seres fantásticos (fées). En 1793, los montañeses locales abatieron la mayor parte del campanario de esta iglesia; pero cuando uno de ellos quiso arrancar la piedra de arista, de muy pequeña dimensión, ella resistió como si hubiera estado sellada (P. Pérot, "Légendes du Bourbonnais", Moulins, 1890).50. R. Guénon, "Symboles fondamentaux...". Cf. canónigo Macé, "La Cathédrale de Saint Jean à Lyon", Lyon, 1953.51. R. Guénon, ob. cit.52. "...Hay que observar también a este respecto que el juramento del grado de Royal Arch contiene una alusión a la "corona del cráneo" que sugiere una relación entre la operación de éste (como en los ritos de trepanación póstuma) y el retiro de la clave de bóveda; por lo demás, de manera general, las sedicentes "penalidades" expresadas en los juramentos de los diferentes grados masónicos, así como los signos que le corresponden, se refieren en realidad a los diversos centros sutiles del ser humano" (R. Guénon, "Symboles fondamentaux..."). No se puede menos que sonreír cuando se observa a un polígrafo actual escribir fríamente: "La Gran Logia de Inglaterra se atreve a interpretar las Sagradas Escrituras. Su grado de Royal Arch, en particular, es a este respecto intolerable" (Alec Mellor, "Nos freres séparés: les Francmaçons", París, 1961), lo que prueba que el autor de "Trois affaires de chantage" tiene sólo un conocimiento muy superficial tanto de la masonería como de los textos bíblicos.53. R. Guénon, ob. cit.54. Trad. por M. Paillard.55. Cf. P. Sébillot, "Le Folk-lore, Littérature orale et Ethnographie traditionnelle", París, 1913.56. R. Guénon, ob. cit.57. J. Boucher, "La Symbolique Maçonnique", París, Dervy, 1953.58. J. M. Ragon, "Rituel du grade de Compagnon", cit. por J. Boucher.59. Cf. Ragon, "Tuileur général".60. Citado por J. Boucher.61. O. Wirth, "Le Livre de l'Apprenti". J. Boucber, a propósito de este texto, observa justamente que "Wirth dice aquí que el número de nudos puede ser de doce, en tanto que en la página siguiente el dibujo que da sólo hace figurar tres".62. E. F. Bazot, "Manuel de Franc-Maçon", París, 1812.63. Las palabras de semestre en la francmasonería son dadas cada seis meses. Han sido instituidas el 28 de octubre de 1773 por el duque de Orléans, entonces gran maestro del Gran Oriente de Francia. Las palabras de semestre no son nunca escritas, y se comunican verbalmente. "Sólo el venerable tiene autoridad para transmitirlas a aquellos que no estuvieron presentes cuando se produjo la comunicación en la logia" (J. Boucher, ob. cit.).64. E. F. Bazot, ob. cit.65. R. Vergez, "Le coq de Notre-Dame", en "Atlantis", nº 209, noviembre-diciembre de 1961.66. R. Guénon, "La Chaine d'Union", en "Études Trad.", sept. de 1947.67. R. Guénon, Id. En el mismo artículo, R. Guénon indica que el símbolo de la cadena de unión "lleva otra denominación, la de "cuerda anudada", que parece más bien designar el contorno de un baldequín; sin embargo, se sabe que el baldequín es un símbolo del cielo (por ejemplo, el baldequín del carro en la tradición extremo oriental); mas, como lo veremos, no hay aquí ninguna contradicción". Parece, en efecto, que Guénon comete una confusión, pues la cuerda anudada es sólo la terminación de la cadena de unión. Dos cuerdas anudadas terminan a cada costado de las columnas J. y B., hacia Occidente, la cadena de unión que extiende sus entrelazamientos sobre el muro de la logia.68. R. Guénon, art. cit.69. R. Guénon agrega: "Se puede decir que nuestro mundo está ordenado por el conjunto de determinaciones temporales y espaciales que se hallan ligadas al zodíaco, por una parte, mediante la relación directa de éste con el ciclo anual, por la otra, por su correspondencia con las direcciones del espacio (este último punto de vista, se entiende, se halla en estrecha relación también con el problema de la orientación tradicional de los edificios)". A este respecto señalaremos que una cadena de unión de piedra y en relieve existe en el exterior de un gran número de iglesias, particularmente de estilo románico, por ejemplo, en San Nicolás de Caen, en Nouzerines (Creuse), Crévoux y Embrun (Altos Alpes). El hecho de que un zodíaco adorne la fachada oeste de las iglesias no hace sino confirmar la unión existente entre el cuadro de esas iglesias construidas por los masones operativos y el de la logia de los masones especulativos, probando hasta qué punto la francmasonería surgida de los primeros ha sabido guardar las representaciones tradicionales más antiguas.70. R. Guénon, "Encuadramientos y laberintos", en "Études Trad.", octubre-noviembre de 1947.71. R. Guénon, art. cit.72. Sobre los laberintos ver: E. Amé, "Les carreIages émaillés", Paris, 1859; Ch. Auber, "Compte rendu de l'Academie des Inscriptions et Belles-Lettres", 30 de abril de 1943; J. P. Bayard, "Le Monde Souterrain", París, 1961, y del mismo "Le labyrinthe", en "L'Age nouveau", nº 104, nov.-dic. de 1958; M. Berthelot, "Labyrinthe", en "La Grande Enciclopédie", t. XXI; D. de Boisthibault, "Notice sur le Labyrinthe de Chartres", en "Revue archéologique"; M. Brion, "Le theme de l'entrelacs et du labyrinthe dans l'oeuvre de Léonard de Vinci", en "Revue d'Esthetique", V, enero-marzo de 1952, y del mismo, "Les noeuds de L. de Vinci et leur signification", en "Études d'Art", nº 8, 9 y 10; M. Brion, "Léonard de Vinci", A. Michel, 1952; L. Demaison, "La Cathédrale de Reims", París, 1910; L. Deschamps de Pas, "Essai sur le pavage des églises", "Annales Archéologiques", t. XII; Mircea Eliade, "Images et symboles", París, 1952, y "Traité d'Histoire des Religions", París, Payot, 1953; Fulcanelli, "Le Mystère des Cathédrales", París, 1957; J. Gailhabaud, "Ouvrages d'Architecture et des Arts"; R. Guénon, "Le symbolisme de la Croix", Vega, 1950; "La caverne et le labyrinthe", en Symboles fondamentaux"; "Encadrements et Labyrinthes", en Symboles fondamentaux"; E. Lambert, "Le labyrinthe de la cathédral de Reims", en "Gazette des Beaux-Arts", mayo-junio de 1958; R. de Lasteyrie, "L'Architecture religieuse en France a l'époque gotique", París, 1927, t. II; H. Leclercq, "Dictionnaire de Archéologie chrétien et de Liturgie"; E. Male, "L'Art religieuse en France", 1928-1932; M. O V. de Milosz, "Les Arcanes", París, 1948; E. Soyer, "Les Labyrinthes d'Eglises", Amiens, 1896; V. le Duc, "Dictionnaire raisoné de l'architecture française", t. VI; "Voile d'Isis", número especial sobre el compagnonnage, noviembre de 1925, nº 171. La mayor parte de los laberintos conocidos, tal como el de Saint Ouen (2.041 cuadrados), Chartres (608 pies), denominado "la travesía", pues se empleaba una hora en recorrerlo de rodillas, el del Sena (30 pies de diámetro), el de Bayeux (4 metros de diámetro), son de gran talla, salvo los de la abadía de Toussaint en la isla de Chalons-sur-Marne (0,25 de lado) y el de Grandville (14 m. de desarrollo, esto es, 28 metros de recorrido ida y vuelta). Ver Tournet de Vigier, "Decouverte d'un labyrinthe a Genainville", en "Mémoires de la société historique et archéologique de l'arrondissement de Pontoise et du Vexin", t. LVI, Pontoise, 1957.73. R. Guénon, "Encadrements et Labyrinthes", en "Symboles fondamentaux".74. Existe una relación evidente entre el desarrollo del trazado de los laberintos sobre el pavimento de las iglesias y la marcha del sol. El laberinto participa del simbolismo solar. Se observa entonces que si el laberinto es -como lo pensamos- otra forma de la cadena de unión, decorado obligado de las logias, éstas están situadas en estrecha correlación con la marcha aparente del sol, lo que implica un sentido obligatorio de la marcha de los francmasones en sus logias (ver a este respecto R. Guénon, "La Grande Triade").
1. Cap. IX de "La Franc-Maçonnerie", Paris, Payot. Trad. castellana de A. Llanos: "La Franc-Masonería", Buenos Aires, Ed. Dédalo, 1975.2. Abate Auber, "Histoire et théorie du Symbolisme avant et après le Christianisme", París y Poitiers, 1870, t. I.3. "La Maçonnerie disséqué", por S. Prichard (1730), trad. del inglés y publicado por la logia de la Perfecta inteligencia y la Estrella reunidas, Lieja, 1930.4. "L'Ordre des Francs-Maçons trahí et leur secret révelé", 1ª ed., 1742 (libro atribuido al abate Perau). La referencia de P. Naudon ("Les loges de Saint Jean et la philosophie ésotérique de la connaissance", París, Dervy, 1957) es extraída de una edición muy posterior.5. E. F. Bazot, "Manuel du Franc-Maçon", París, 1812.6. P. Naudon, ob. cit., "esta leyenda es quizá emocionante. Su valor histórico es nulo y esotéricamente no vale más".7. P. Naudon, ob. cit.8. Rohrbacher, "Histoire universelle de l'Eglise catholique", libro 48, año 615. Es además a lo que hace alusión Bazot cuando habla de los masones cuyos templos "había erigido" San Juan de Jerusalén.9. R. Guénon, "Quelques aspects du symbolisme de Janus", en "Voile d'Isis", julio de 1929, reimpreso en "Symboles fondamentaux de la science sacrée", París, 1962.10. Cf. San Isidoro Hispal, "Etymologiarum", libro VII, cap VI, citado por Migne, "Patrologie", t. III.11. R. Guénon, "A propos des deux Saint Jean", en "Études Trad.", junio de 1949, y en "Symboles fondamentaux". Guénon observa no sin fineza que las figuras populares de "Juan que llora" y "Juan que ríe" equivalen (al mismo tiempo que las dos figuras de Janus), la primera "a quien implora la misericordia de Dios, es decir, Juan Bautista", y la segunda a "la de quien le dirige elogios, es decir, Juan Evangelista".12. En el rito escocés el delantal de los maestros está bordado de rojo, color del martirio de San Juan (?) o de Hiram (?) o de otro personaje (?). Podría realizarse sobre esto un estudio muy sugestivo sobre el cual quizá volveremos un día cercano.13. Abate Auber, "Histoire et théorie du svmbolisme religieux avant et aprés le christianisme", París y Poitiers, 1870.14. 14º grado del escocismo: Gran escocés de la bóveda sagrada de Jacques II, "hacia el oeste un gran vaso o recipiente de bronce, lleno de agua" (J. M. Ragon, "Tuileur général ou Manuel de l'lnitié"). Se halla en la "Légende dorée" (degüello de San Juan Bautista) una historia bien curiosa relativa a la cabeza del santo y a una gruta que podría tener cierta relación con los grados de "venganza salomónica", cuyo origen significaría algo mucho más profundo que la interpretación habitual de los rituales practicados desde el siglo XVIII.15. R. P. Cahier, "Monographie des vitraux de Bourges", VII.16. Cf. Apocalipsis, cap. V.17. Abate Auber, ob. cit., t. II.18. Idem, ob. cit., t. III.19. Apocalipsis, cap. XI.20. Dante, Paraíso, 28, 58.21. Ovidio, "Fastes", I, vers. 99 y ss.22. Ovidio, "Fastes", I, vers. 102 y ss.23. Marcial, "Epigramas", 1.24. Cf. G. Lanoé-Villenes, "Le Livre des Symboles", París, 1930.25. J Hani, "Le symbolisme du temple chrétien", París, La Colombe, 1962.26. R. Guénon, "Le Symbolisme solsticial de Janus", en "Symboles fondamentaux".27. Creuzer, "Symbolisme religieux de l'Italie", t. III.28. Se puede ver una buena reproducción de esta estatua en Fulcanelli, "Les demeures philosophales", París, 1960, t. II.29. Fulcanelli, ob. cit.30. En la época de los reyes, la llave era el atributo de los chambelanes. Muchas llaves figuran en la heráldica, y por ejemplo en el blasón de los condes de Clermont-Tonerre, de los cuales uno fue el sucesor del duque de Antin en la gran maestría de la orden masónica del siglo XVIII.31. Breviario romano, oficio del 20 de diciembre.32. Cf. cap 1, nota 57.33. R. Guénon, "Pierre bruta et pierre taillé", en "Études Trad.", sept. de 1949.34. J. P. Bayard, "Le Monde Souterrain", París, Flammarion, 1961.35. Cf. Plantagenet, "Causeries en chambre de Compagnons", y J. Boucher, "La Symbolique maçonnique".36. P. Sébillot, "Le Folk-Iore de France", t. IV, París, Guilmoto, 1907.37. P. Sébillot, "Légendes et Curiosités des Métiers", París, Flammarion, s/f. Ver también: "Folk-Iore, littérature orate et ethnographique traditionelle", Paris, 1913.38. Cf. P. Sébillot, Id. Es interesante observar "que las hachas de piedra pulida son colocadas bajo los cimientos en diversas regiones de Francia" (ob. cit.), sobre todo si se sabe que en masonería la piedra cúbica en punta que representa al compañero es a menudo compuesta de un hacha, ésta, por lo demás, instrumento propio de la masonería forestal, que simboliza el fuego purificador que es uno de los atributos de San Juan, bajo cuyo patronato se colocan las logias masónicas (cf. J. Boucher, ob. cit.). Sobre la piedra cúbica, ver R. Guénon, "Pierre noire et pierre cubique", en "Études Trad.", diciembre de 1947. R. Guénon advierte con mucha fineza que "la piedra cúbica es esencialmente una piedra fundamental; ella es, pues, terrestre, como lo indica, además, su forma y, asimismo, la idea de estabilidad expresada por esta forma se adecua a la función de Cibeles en tanto que Tierra-Madre, es decir, como representante del principio sustancial de la manifestación universal. Por esta causa, desde el punto de vista simbólico, la relación de Cibeles con el "cubo" no debe rechazarse enteramente, en tanto que convergencia fonética; pero, por cierto, no es una razón para querer extraer de ella una etimología ni para identificar con la piedra cúbica una piedra negra que era cónica en realidad. Hay sólo un caso particular en el cual existe cierta relación entre la piedra negra y la piedra cúbica; aquel en que esta última es, no una de las piedras fundamentales colocadas en los cuatro ángulos de un edificio, sino la piedra sheliyah que ocupa el centro de la base de éste, correspondiente al punto de caída de la piedra negra, como sobre el mismo eje vertical; pero en su extremidad opuesta, la piedra angular o piedra del sueño, que, por el contrario, no es una forma cúbica, corresponde a la situación "celeste" inicial y final de esta misma piedra negra (ob. cit.).39. Salmos, CXVIII, 22; San Mateo, XXI, 42; San Marcos, XII, 10; San Lucas, XX, 17.40. Sobre San Bernardo y el gran papel representado por ese santo en la iglesia de Pedro y sobre todo en la iglesia de Juan, ver R. Guénon, "Saint Bernard", París, 1929, 1951 y 1959.41. La definición de San Bernardo se aplica perfectamente también a la obra de la francmasonería que dirige los trabajos de sus miembros en función de su realización espiritual por la mediación de símbolos tomados al oficio de constructor y que tiende a darles por los conocimientos esotéricos el amor que es al mismo tiempo fraternidad y conocimiento. No se debe olvidar que ciertos talleres superiores de la masonería escocesa se llaman talleres de perfección, lo que no tiene el sentido puramente moral que quieren darle ciertos masones. No se trata, en esos talleres, de estudiar la filosofía moderna - que no puede ser sino profana y por tanto destituida de todo interés iniciático-, sino de meditar sobre la sofía tradicional.42. Citado por J. Hani, "Le Symbolisme du temple chrétien", Paris, 1962.43. San Mateo, XVI, 18.44. Subrayado en el texto.45. J. Hani, ob. cit.46. Epístola a los efesios, II, 20-22.47. Clm. 146, folio 35 (Lutz et Perdrizet, t. II). Erwin Panofski ha reproducido ese dibujo en "Art. Bulletin", t. XVII. También en "Symboles fondamentaux...", París, 1962.48. Nos parece muy sugestivo aproximar ese texto de la decoración de la logia real de perfección del 13º grado escocés (Royal Arche, cuyo nombre mismo es muy significativo). Cf. "Memento des Grades de Pefection", París, 1927, y el ritual del Mark-Mason (maestro). El perfecto maestro se dirige al postulante y le declara: "¿Por qué, hermano, habéis tenido la intención de engañarnos? ¿o más bien seríais un obrero que, sin reflexión, vendría a presentarnos una de las creaciones más informes de la naturaleza en lugar de una obra acabada... una obra maestra, en una palabra? Este taller no puede estar sino indignado por vuestra conducta culpable y no debe pensar con razón que habéis pretendido atraer su atención sobre un objeto cualquiera a fin de ocultarle vuestro poco celo y ciencia: si experimentáis aquí la recepción que tanta insolencia merece, seréis al instante expulsado del templo y declarado indigno de poseer jamás el sublime grado de Mark-Mason. Esta piedra informe que llamáis una obra maestra es una producción imperfecta y vasta de las manos de la naturaleza, semejante al hombre que no ha sido aún modelado por el trabajo y la educación -que es desdeñado- hasta que sus facultades se desarrollen. Esta piedra, que no ha recibido ningún mejoramiento que el cincel del artista puede darle y de donde puede nacer quizá una obra maestra, producida por su trabajo y su talento, debe ser arrojada a un lado. Entonces el perfecto maestro agrega estas palabras: "Eve over..., y lanza esta piedra detrás de si..." (citado por P. Mariel, "Rituel des sociétés secrets", París, 1961). Por otra parte, las letras I.V.I.O.L. bordadas sobre el cordón del gran tesorero del grado 13º escocés (cf. Ragon, ob. cit.) están en estrecha relación con la clave de bóveda que representa a Cristo y al león, símbolo igualmente del Salvador (cf. Abate Auber, ob, cit., t. III).49. Se advierte que la idea del Grial y de su simbolismo está en todas partes presente en los altos grados del escocismo y aun en los talleres de perfección. A las facetas de la clave de bóveda se adhiere la designación de piedra de arista que significa el mismo objeto, y sobre la cual existen leyendas bastante curiosas, tales como la de la iglesia de Châtel-Montagne en Bourbonnais, que fue, se dice, construida por seres fantásticos (fées). En 1793, los montañeses locales abatieron la mayor parte del campanario de esta iglesia; pero cuando uno de ellos quiso arrancar la piedra de arista, de muy pequeña dimensión, ella resistió como si hubiera estado sellada (P. Pérot, "Légendes du Bourbonnais", Moulins, 1890).50. R. Guénon, "Symboles fondamentaux...". Cf. canónigo Macé, "La Cathédrale de Saint Jean à Lyon", Lyon, 1953.51. R. Guénon, ob. cit.52. "...Hay que observar también a este respecto que el juramento del grado de Royal Arch contiene una alusión a la "corona del cráneo" que sugiere una relación entre la operación de éste (como en los ritos de trepanación póstuma) y el retiro de la clave de bóveda; por lo demás, de manera general, las sedicentes "penalidades" expresadas en los juramentos de los diferentes grados masónicos, así como los signos que le corresponden, se refieren en realidad a los diversos centros sutiles del ser humano" (R. Guénon, "Symboles fondamentaux..."). No se puede menos que sonreír cuando se observa a un polígrafo actual escribir fríamente: "La Gran Logia de Inglaterra se atreve a interpretar las Sagradas Escrituras. Su grado de Royal Arch, en particular, es a este respecto intolerable" (Alec Mellor, "Nos freres séparés: les Francmaçons", París, 1961), lo que prueba que el autor de "Trois affaires de chantage" tiene sólo un conocimiento muy superficial tanto de la masonería como de los textos bíblicos.53. R. Guénon, ob. cit.54. Trad. por M. Paillard.55. Cf. P. Sébillot, "Le Folk-lore, Littérature orale et Ethnographie traditionnelle", París, 1913.56. R. Guénon, ob. cit.57. J. Boucher, "La Symbolique Maçonnique", París, Dervy, 1953.58. J. M. Ragon, "Rituel du grade de Compagnon", cit. por J. Boucher.59. Cf. Ragon, "Tuileur général".60. Citado por J. Boucher.61. O. Wirth, "Le Livre de l'Apprenti". J. Boucber, a propósito de este texto, observa justamente que "Wirth dice aquí que el número de nudos puede ser de doce, en tanto que en la página siguiente el dibujo que da sólo hace figurar tres".62. E. F. Bazot, "Manuel de Franc-Maçon", París, 1812.63. Las palabras de semestre en la francmasonería son dadas cada seis meses. Han sido instituidas el 28 de octubre de 1773 por el duque de Orléans, entonces gran maestro del Gran Oriente de Francia. Las palabras de semestre no son nunca escritas, y se comunican verbalmente. "Sólo el venerable tiene autoridad para transmitirlas a aquellos que no estuvieron presentes cuando se produjo la comunicación en la logia" (J. Boucher, ob. cit.).64. E. F. Bazot, ob. cit.65. R. Vergez, "Le coq de Notre-Dame", en "Atlantis", nº 209, noviembre-diciembre de 1961.66. R. Guénon, "La Chaine d'Union", en "Études Trad.", sept. de 1947.67. R. Guénon, Id. En el mismo artículo, R. Guénon indica que el símbolo de la cadena de unión "lleva otra denominación, la de "cuerda anudada", que parece más bien designar el contorno de un baldequín; sin embargo, se sabe que el baldequín es un símbolo del cielo (por ejemplo, el baldequín del carro en la tradición extremo oriental); mas, como lo veremos, no hay aquí ninguna contradicción". Parece, en efecto, que Guénon comete una confusión, pues la cuerda anudada es sólo la terminación de la cadena de unión. Dos cuerdas anudadas terminan a cada costado de las columnas J. y B., hacia Occidente, la cadena de unión que extiende sus entrelazamientos sobre el muro de la logia.68. R. Guénon, art. cit.69. R. Guénon agrega: "Se puede decir que nuestro mundo está ordenado por el conjunto de determinaciones temporales y espaciales que se hallan ligadas al zodíaco, por una parte, mediante la relación directa de éste con el ciclo anual, por la otra, por su correspondencia con las direcciones del espacio (este último punto de vista, se entiende, se halla en estrecha relación también con el problema de la orientación tradicional de los edificios)". A este respecto señalaremos que una cadena de unión de piedra y en relieve existe en el exterior de un gran número de iglesias, particularmente de estilo románico, por ejemplo, en San Nicolás de Caen, en Nouzerines (Creuse), Crévoux y Embrun (Altos Alpes). El hecho de que un zodíaco adorne la fachada oeste de las iglesias no hace sino confirmar la unión existente entre el cuadro de esas iglesias construidas por los masones operativos y el de la logia de los masones especulativos, probando hasta qué punto la francmasonería surgida de los primeros ha sabido guardar las representaciones tradicionales más antiguas.70. R. Guénon, "Encuadramientos y laberintos", en "Études Trad.", octubre-noviembre de 1947.71. R. Guénon, art. cit.72. Sobre los laberintos ver: E. Amé, "Les carreIages émaillés", Paris, 1859; Ch. Auber, "Compte rendu de l'Academie des Inscriptions et Belles-Lettres", 30 de abril de 1943; J. P. Bayard, "Le Monde Souterrain", París, 1961, y del mismo "Le labyrinthe", en "L'Age nouveau", nº 104, nov.-dic. de 1958; M. Berthelot, "Labyrinthe", en "La Grande Enciclopédie", t. XXI; D. de Boisthibault, "Notice sur le Labyrinthe de Chartres", en "Revue archéologique"; M. Brion, "Le theme de l'entrelacs et du labyrinthe dans l'oeuvre de Léonard de Vinci", en "Revue d'Esthetique", V, enero-marzo de 1952, y del mismo, "Les noeuds de L. de Vinci et leur signification", en "Études d'Art", nº 8, 9 y 10; M. Brion, "Léonard de Vinci", A. Michel, 1952; L. Demaison, "La Cathédrale de Reims", París, 1910; L. Deschamps de Pas, "Essai sur le pavage des églises", "Annales Archéologiques", t. XII; Mircea Eliade, "Images et symboles", París, 1952, y "Traité d'Histoire des Religions", París, Payot, 1953; Fulcanelli, "Le Mystère des Cathédrales", París, 1957; J. Gailhabaud, "Ouvrages d'Architecture et des Arts"; R. Guénon, "Le symbolisme de la Croix", Vega, 1950; "La caverne et le labyrinthe", en Symboles fondamentaux"; "Encadrements et Labyrinthes", en Symboles fondamentaux"; E. Lambert, "Le labyrinthe de la cathédral de Reims", en "Gazette des Beaux-Arts", mayo-junio de 1958; R. de Lasteyrie, "L'Architecture religieuse en France a l'époque gotique", París, 1927, t. II; H. Leclercq, "Dictionnaire de Archéologie chrétien et de Liturgie"; E. Male, "L'Art religieuse en France", 1928-1932; M. O V. de Milosz, "Les Arcanes", París, 1948; E. Soyer, "Les Labyrinthes d'Eglises", Amiens, 1896; V. le Duc, "Dictionnaire raisoné de l'architecture française", t. VI; "Voile d'Isis", número especial sobre el compagnonnage, noviembre de 1925, nº 171. La mayor parte de los laberintos conocidos, tal como el de Saint Ouen (2.041 cuadrados), Chartres (608 pies), denominado "la travesía", pues se empleaba una hora en recorrerlo de rodillas, el del Sena (30 pies de diámetro), el de Bayeux (4 metros de diámetro), son de gran talla, salvo los de la abadía de Toussaint en la isla de Chalons-sur-Marne (0,25 de lado) y el de Grandville (14 m. de desarrollo, esto es, 28 metros de recorrido ida y vuelta). Ver Tournet de Vigier, "Decouverte d'un labyrinthe a Genainville", en "Mémoires de la société historique et archéologique de l'arrondissement de Pontoise et du Vexin", t. LVI, Pontoise, 1957.73. R. Guénon, "Encadrements et Labyrinthes", en "Symboles fondamentaux".74. Existe una relación evidente entre el desarrollo del trazado de los laberintos sobre el pavimento de las iglesias y la marcha del sol. El laberinto participa del simbolismo solar. Se observa entonces que si el laberinto es -como lo pensamos- otra forma de la cadena de unión, decorado obligado de las logias, éstas están situadas en estrecha correlación con la marcha aparente del sol, lo que implica un sentido obligatorio de la marcha de los francmasones en sus logias (ver a este respecto R. Guénon, "La Grande Triade").
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